Perspectivas estratégicas em la construcción partidaria (1a parte)

 PERSPECTIVAS ESTRATÉGICAS EN LA CONSTRUCCIÓN PARTIDARIA

(Proyecto de resolución presentado por el CP al CC del PRT de agosto de 2022 y aprobado en su línea general)

 

En estos tiempos de confusión, desmoralización, desánimo y capitulaciones, es importante ratificar la perspectiva con la que nacimos como nuestro compromiso: la perspectiva revolucionaria, anticapitalista y socialista. Es la condición para converger con la disposición a la lucha y aspiraciones radicales que vienen desde abajo por parte del movimiento de las masas, con un nuevo ánimo en contradicción con quienes proponen actuar con realismo político, apostando cada elección al “menos malo” y haciendo a un lado el radicalismo que, según ellos, le hace el juego a la derecha.

Es fácil ser revolucionario en tiempos revolucionarios, difícil en tiempos que no lo son. La situación es más complicada ahora, pues aunque los discursos parecen huir de la referencia revolucionaria, la crisis prácticamente civilizatoria a la que nos ha llevado el capitalismo abre paso a la conciencia de que no hay más salida que el fin del capitalismo. En recientes discusiones sobre la crisis ecológica en que se señalaba que los gobiernos del mundo, incluso en la representación en instancias como la COP, no hacen ni logran los objetivos y compromisos mínimos en cuanto a frenar el cambio climático y que se avanza peligrosamente hacia una catástrofe que algunos consideran  un colapso ecológico, se planteaba que las medidas de un programa de transición se han convertido en las mínimas para evitar la catástrofe. Durante años, al explicar el Programa de Transición destacamos el método implícito de rechazar la dicotomía entre programa mínimo y programa máximo, planteando aquellas demandas que son aceptadas por el nivel de conciencia actual de las masas, pero que la lucha por ellas les lleva a una dinámica anticapitalista. En estas nuevas discusiones se planteaba que independientemente del nivel de conciencia, las consignas transitorias ante el cambio climático y la crisis ecológica, ya son mínimas y revolucionarias ante la urgencia y gravedad de la situación. Evidentemente, estas conclusiones apuntan a la situación global y deben tomarse como referencia y no como receta, al nivel nacional y concreto en que se da la lucha de clases. Pero enseñan desde esta perspectiva global la vigencia y urgencia de la propuesta anticapitalista revolucionaria, ecosocialista. Y muestran que, más allá de las dificultades, confusiones y complicaciones, nuestra definición revolucionaria es necesaria y vigente. Todo lo opuesto de quien considera que un colapso ecológico ya no hace necesaria la lucha y organización política revolucionaria, así como la lucha por el poder. La hace más urgente y necesaria.

¿Estrategia revolucionaria o hipótesis estratégica?

Reafirmamos, pues, nuestra perspectiva revolucionaria. Nuestro proyecto como partido para la transformación revolucionaria.  Pero al hacerlo no podemos quedarnos en una declaración dogmática, casi de artículo de fe. Somos instrumento para la lucha política y por tanto debemos aterrizar en ese terreno nuestra definición. ¿Hay una estrategia revolucionaria única, un modelo de cómo será la revolución? Algunas corrientes dogmáticas piensan que sí y recitan lo que consideran los elementos centrales y definiciones de una estrategia revolucionaria, leninista, un modelo.

Dice Daniel Bensaid “probablemente la revolución nos sorprenderá. Las revoluciones futuras nunca serán la simple repetición de las últimas revoluciones, simplemente porque las sociedades no son ya las mismas” (Estrategia y partido).

Los dogmáticos recitan “sóviets, huelga general obrera, huelga insurreccional o guerra popular prolongada, el foco guerrillero” etc. Del enfoque leninista de hacer el análisis concreto de la realidad concreta, históricamente considerada, habrá que distinguir lo esencial de una estrategia revolucionaria para una fuerza anticapitalista y ecosocialista, por un lado y por el otro, lo que depende de las relaciones de fuerza entre las clases en el momento y en la historia de cada país. Con la caída de Muro de Berlín, el fin de la Unión Soviética y lo que la propaganda burguesa llamó el “fracaso del socialismo”, el llamado a ser más modestos y cuidadosos pero sobre todo a rechazar dogmatismos y esquemas cerrados se impone. Bensaid plantea en vez de un modelo o estrategia, una hipótesis estratégica que debe pensarse en función de cada experiencia histórica.

“No tenemos un modelo de sociedad. No se puede decir al mismo tiempo que la emancipación de los trabajadores será obra de los propios trabajadores y pretender tener en nuestro equipaje los planes con las dimensiones de la ciudad futura, etc.

“Tenemos, en cambio, la memoria de una serie de experiencias de luchas, revoluciones, victorias y derrotas, que podemos llevar, trasmitir y no dejar que se borren. Lo que tenemos no es un modelo de sociedad pero sí las hipótesis de una estrategia revolucionaria.

“Para los países capitalistas desarrollados, en donde los asalariados constituyen la gran mayoría de la población activa, se trabaja con la idea estratégica de una huelga general insurreccional.

“…pero eso no quiere decir que la revolución tomará forzosamente la forma de una huelga general perfecta, de una huelga general con piquetes armados y que será insurreccional. Eso quiere decir, más bien, que nuestro trabajo se organiza en esa perspectiva, que a través de luchas y huelgas locales, huelgas regionales y huelgas de rama, se intenta familiarizar a los trabajadores con la idea de la huelga general” (Estrategia y partido).

Tenemos hoy en México una peculiar situación, la hegemonía del pensamiento “progresista” de origen priísta, que pretende hacer aparecer la propuesta revolucionaria no sólo como utópica, como imposible, sino que con su “radicalismo” supuestamente le hace el juego a la derecha. Es más, se niega la existencia misma de una tercera opción propia de la clase trabajadora y de la izquierda socialista, al pretender imponer la visión binaria de que sólo hay de dos, el progresismo o la derecha, los liberales o los conservadores, AMLO o el fascismo. El propio Presidente insistió durante la campaña y ahora en el gobierno de que la explicación de “algunos académicos o intelectuales” de que el principal problema del país es la explotación de clase, la plusvalía, es equivocada porque, dice AMLO, el principal problema es la corrupción y por eso insiste en que hay ricos buenos y malos. También se denostan métodos de lucha de la “vieja izquierda” como los bloqueos de carreteras o toma de casetas que insiste, le hacen el juego a la derecha, así como las “acciones directas” del feminismo radical. Insiste que la única vía para el cambio son las elecciones.

Pero la peculiar situación en México es porque al mismo tiempo que se quiere presentar a la perspectiva revolucionaria como anacrónica, desde el gobierno se habla de una Cuarta Transformación. Ya explicamos en el proyecto de resolución política nacional por qué es una falacia pretender que existe hoy en México una Cuarta Transformación que supuestamente sería revolucionaria al compararse con las tres anteriores.  Pero es indudable que la insignia del gobierno pretende convertirse en hegemónica en la idea de que hay una Cuarta Transformación. Y a esto nos referimos con la peculiar situación porque al tiempo que se niega la posibilidad de una alternativa de izquierda revolucionaria, se habla de una Cuarta Transformación. Esto nos da la posibilidad de insistir ante la misma gente que tiene ilusiones sobre la 4T en que efectivamente es posible una nueva transformación revolucionaria pero que la del siglo XXI tendrá que ser necesariamente anticapitalista y ecosocialista. Y que para ello se requiere no un partido como Morena, confluencia de diferentes intereses burgueses y de carreristas, sino un partido que sea de la clase trabajadora, revolucionario, anticapitalista, ecosocialista, feminista e internacionalista.

La hipótesis estratégica y la explosión social.

Es esta circunstancia la que nos permite responder a la ofensiva ideológica que, especialmente desde la caída del Muro de Berlín, insiste en decir que la revolución es imposible. Incluso desde el gobierno se habla de la necesidad de una Cuarta Transformación que supuestamente se realizará desde el poder institucional, sin la acción autónoma de las masas y como voluntad del Presidente.

Ya hemos insistido en el proyecto de resolución política nacional las condiciones en qué puede realizarse una transformación revolucionaria. Pero abierto el debate nos toca también pensar en lo que puede ser, como diría Bensaid, una hipótesis de trabajo sobre la estrategia revolucionaria. Lo que podría ser esa estrategia tomando en cuenta las experiencias históricas de lucha en el marco actual del capitalismo y del neoliberalismo.  Una hipótesis estratégica sobre la que trabajamos pero sujeta siempre a comprobación en la práctica

Para ello es que nos parece fundamental lo que desde hace algunos años observamos en América Latina, las luchas de las masas y sus experiencias tanto con gobiernos de extrema derecha pero también con los gobiernos progresistas. Cada caso es particular, por supuesto, pero en general expresa el inicio de crisis del neoliberalismo, si no como proyecto económico y social, sí al nivel de la legitimidad ideológica del modelo, donde de una manera u otra el hartazgo popular finalmente estalla. Incluso que la explosión social ocurre en algunos casos después de transitar la experiencia de gobiernos progresistas (el caso de Ecuador notablemente) y que éstos muestran también sus limitaciones y su incapacidad para romper con el marco neoliberal. Lo que llamamos especialmente en 2019 “el volcán latinoamericano” tuvo su expresión más sorprendente ese año pero no se quedó ahí, continúa hasta la fecha (recuérdese notablemente el caso colombiano). En general la explosión de hartazgo popular rompe con los esquemas institucionales, tanto al nivel partidario, electoral e incluso sindical, para extenderse en una protesta popular generalizada. Obviamente siempre hay una presencia de diversos sectores de la clase trabajadora, organizada o no sindicalmente, pero con la novedad de la participación masiva de una nueva generación de la juventud en general pero también en forma relevantemente de mujeres y de mujeres jóvenes, además de contingentes indígenas, de comunidades y pueblos indígenas u originarios, en Ecuador, Chile, Bolivia, Perú, Colombia. La explosión popular desborda los marcos organizativos tradicionales e impulsa frecuentemente métodos asamblearios de discusión y coordinación de las luchas. El “volcán latinoamericano”, recuérdese, se ha expresado en Puerto Rico, en Honduras, en Ecuador, Bolivia, Chile, Perú, Colombia, durante estos años en forma notable.

Obviamente la fuerza relativamente espontánea y radical de la movilización de masas superando todo marco organizativo es también fuente de debilidad. Aunque la explosión puede tener en común la desconfianza e incluido el descrédito con respecto a la política y los partidos tradicionales, aunque sean “progresistas” o de izquierda reformista, conciliadora o socialdemócratas, ciertamente en algún momento crítico de la explosión que impone cambios (como la Constituyente en Chile u otros casos) se siente como debilidad también la ausencia de alternativas político partidarias anticapitalistas como necesaria referencia. E incluso que partidos, como el caso de la izquierda colombiana, quiere aprovechar la explosión popular para encauzarla al carril electoral.

El hartazgo social con el neoliberalismo pero también con las vías institucionales mediatizadoras, y la ausencia de alternativas revolucionarias creíbles, alimentan estas explosiones populares que pueden abrir el camino, ellas sí, a transformaciones revolucionarias (con todo y las complicaciones inherentes y que deben resolverse en el curso mismo de la lucha). Esta tendencia debe tomarse en cuenta en la definición de una hipótesis estratégica revolucionaria.

Varios análisis y analistas han destacado esta experiencia. Los análisis del camarada Daniel Libreros sobre Colombia son ilustrativos. Otros, como Raúl Zibechi, obviamente vinculado a la perspectiva autonomista tipo zapatista, también lo destacan pero agregan una distinción que apunta a darle más valor estratégico al decir que no es meramente una explosión sino un levantamiento. Ver precisamente su artículo (entre otros) “¿Estallidos o levantamientos” del 26 de febrero del 2021 en La Jornada.

Por supuesto en el terreno político resalta el hecho del surgimiento de un polo social y político alternativo al progresismo y la derecha que pone en cuestión el chantaje de los progresistas hacia los movimientos sociales independientes. Un fuerte debate se provocó al respecto en el caso de las elecciones en Ecuador y el papel de Pachakutik. Pero lo importante es mostrar que hay la presencia de una nueva expresión social y política, diferente a la derecha y al progresismo, que si bien no siempre se define como anticapitalista y menos socialista, sí lo es antisistema y conformado por movimientos populares, feministas, indígenas muy amplios.

Pero este tendencia se expresa ¿sólo en América del Sur, Centroamérica y el Caribe? Todo indica que es una tendencia presente también en México. La combinación de nuevo del hartazgo popular y repudio al neoliberalismo, así como la desconfianza a las vías institucionales, especialmente el descrédito de los partidos y al sistema electoral y de justicia, han contribuido también a explosiones populares, quizá sin las repercusiones nacionales como las de algunos países sudamericanos, pero también con esas características y con más frecuencia aunque generalmente a nivel local, como insistimos en registrar durante los 6 años del gobierno de Peña Nieto.

El caso más relevante, sin duda, fue la explosión por los 43 de Ayotzinapa. Tuvo una expresión nacional y un respaldo popular muy amplio. Llegó al punto más alto de radicalización política al reclamar “Fuera Peña” y a expresar la desconfianza hacia todos los partidos e instituciones electorales y de justicia con el grito de “Fue el Estado” que cuestionaba a todos los partidos y niveles de gobierno, incluido en forma relevante al propio PRD. Pero no fue la única expresión de explosión popular durante el gobierno de Peña. También fueron los 150 días de huelga del magisterio lidereado por la CNTE (y cuestionada por AMLO por sus métodos), la protesta por la masacre a maestros y pueblo en Nochixtlán, Oaxaca. Fue la explosión popular también por el gasolinazo que incluyó zonas del norte de país generalmente no influidas por la izquierda. Fue la explosión popular cuando el sismo de septiembre del 2017, no solamente por la solidaridad y autoorganización popular, sino también por la desconfianza hacia los gobiernos y partidos cuando planteaban que no entregaras ayuda para los damnificados por esas vías, sino en forma directa. Todas estas experiencias y más durante el gobierno de Peña ya tenía un antecedente relevante de esta tendencia con el surgimiento de la APPO en 2006, con el control social que logró la “Comuna de Oaxaca” durante varios meses.

Alguien puede decir que en sentido contrario a lo que se señala está el caso del reconocimiento del triunfo electoral de AMLO en julio de 2018. Pero hay que recordar cómo es que finalmente que el sistema tuvo que reconocer ahora sí (a diferencia del 2006 y del 2012) el triunfo de AMLO ante la amenaza de la explosión popular contra un nuevo fraude. AMLO mismo les advirtió que no controlaría ya “al Tigre” en caso de un nuevo fraude. La clase dominante tuvo que aceptar así la transición pactada que ofrecía AMLO. Por la negativa, ante la aceptación de la transición pactada, la tendencia a la explosión popular también se confirmó en México en 2018.

Es esta tendencia la que hay que tomar en cuenta en el diseño de una hipótesis estratégica revolucionaria en nuestro caso.

 Decir que esta hipótesis estratégica es la explosión popular tiene consecuencias sobre los sectores en que prioritariamente tenemos que construirnos como partido y en un sentido más amplio como polo social y político alternativo.

Lo anterior no quiere decir que abandonamos nuestra definición y perspectiva proletarias. Tampoco tiene que ver con un supuesto abandono del trabajo e inserción sindicales por parte del PRT. Menos ahora que se prevé un reanimamiento de las luchas sindicales. Implica continuar y profundizar nuestro enraizamiento social en todos los sectores de la clase trabajadora, incluida relevantemente las mujeres como hemos señalado al hacer el análisis de la crisis de la tarea de los cuidados como un trabajo no pagado que se ha impuesto exclusivamente a las mujeres. En varios de los casos que hemos mencionado ha habido, sobre todo al inicio de estas experiencias la participación y detonación de fuerzas sindicales y obreras. Además de la CONAIE, en el caso del Ecuador, el papel, polémico y todo del FUT. En el caso de Colombia el paro nacional fue convocado inicialmente como paro por las centrales sindicales. Es cierto que después, las direcciones sindicales que como en México con el charrismo están dominadas por burocracias sindicales fueron rebasadas por la explosión popular y perdieron el control del movimiento. Pero hay que recordar que en el caso de la APPO el levantamiento popular empezó con el paro del insurgente magisterio oaxaqueño de la sección 22 de la CNTE y todo el tiempo fue la columna vertebral del movimiento, incluso para la extensión a otras regiones del estado. En las protestas durante el gobierno de Peña Nieto que mencionamos, nuevamente la fuerza sindical estuvo presente en medio de estas movilizaciones populares, claramente en el caso de la CNTE en la lucha contra la reforma educativa y el SME en la lucha contra la reforma energética. Además generando organización popular alrededor de sus propias luchas, en un caso con el apoyo de padres de familia y en el caso del SME, aún más relevantemente, promoviendo la organización de los usuarios de la energía eléctrica en la ANUEE.

Entonces prever esta hipótesis estratégica de explosión popular no implica el abandono de sectores de intervención prioritarios y que son parte de nuestra definición de clase. Jugar algún papel en el momento de las explosiones populares implica una presencia previa en diversos movimientos sociales y especialmente de la clase trabajadora.  Una resolución que proponemos es precisamente reforzar especialmente nuestra presencia y participación en el terreno sindical, incluso reorganizando internamente en el CC una comisión sindical. Así como Bensaid explica que definir en algunos países la huelga general como hipótesis estratégica, no implica que todos los días y ante cualquier lucha estás llamando a la huelga general insurreccional y a piquetes armados, como reloj descompuesto. Igual en el caso de esta hipótesis en el caso de países latinoamericanos.

Si implica un esfuerzo especial de enraizamiento en los movimientos sociales que hemos planteado, en la resolución política nacional sobre todo, como posibles integrantes de un polo social y político alternativo a la derecha y al progresismo tardío: los movimientos sindicales y populares alrededor del bloque SME-NCT, los movimientos ecosociales y de pueblos originarios, organizados o no alrededor del zapatismo, incluido organizaciones campesinas independientes (sobre lo cual tenemos hoy posibilidades de reinserción y recontactación con la UGOCP), en lucha contra los megaproyectos ecocidas, el nuevo movimiento feminista en lucha contra la violencia feminicida y la opresión patriarcal capitalista y el movimiento de víctimas y familiares en lucha en medio de la crisis de derechos humanos contra las ejecuciones y desapariciones forzadas y su secuela de impunidades sobre todo por los crímenes cometidos por las fuerzas armadas.

Es decir, precisar el papel de las explosiones populares en el marco de una hipótesis estratégica no implica encerrarse en el partido a cuestiones internas y el estudio y análisis de estos fenómenos, sino volcarse hacia fuera a enraizarse en estos movimientos sociales generalmente con dinámica antisistémica.

¿Cómo trascender la ideología del progresismo tardío al anticapitalismo?

 El hecho de que el gobierno de AMLO tiene una legitimidad de origen por ser el primero en varias décadas que no llega por medio de un fraude electoral le da también una fuerza en el pensamiento y conciencia del pueblo. Aunque hubiera llegado al gobierno por el hartazgo popular contra el neoliberalismo y la amenaza de la explosión popular, su triunfo finalmente alimenta el imaginario popular de que realmente es un gobierno que busca acabar con el neoliberalismo. Independientemente del programa de AMLO y Morena, el imaginario popular ahora piensa que es el gobierno que realizará las demandas y luchas por las que combatió todos estos años. La ideología del progresismo tardío de AMLO no implica eso necesariamente pero ¿cómo demostrarlo ante los ojos del pueblo? Primer problema.

Segundo problema, si no abandonamos la perspectiva revolucionaria anticapitalista ¿cómo ganamos a las grandes masas a esta visión que va más allá de la perspectiva ideológica del progresismo tardío? En la crisis de 1988 se comprobó que la lucha contra el PRI-gobierno iniciada por lo menos desde 1968, logró ganar a la mayoría a una conciencia antipriísta. En la crisis de 2018 esa conciencia creció en la lucha contra el PRIAN es decir una conciencia antineoleolibral. Esa conciencia es la que se identifica ahora con el progresismo tardío de AMLO. El reto ahora es ganar a las masas, en medio de la actual crisis global, a una conciencia anticapitalista.

 La grave situación de crisis mundial con la crisis ecológica en curso y el posible surgimiento de un nuevo régimen político transexenal en México con legitimidad electoral y por tanto con la hegemonía de la ideología de un progresismo tardío, no eliminan la perspectiva revolucionaria anticapitalista y ecosocialista que proponemos. Por el contrario, es una perspectiva cada vez más necesaria. Pero con nuevas complicaciones especialmente en la lucha por una nueva hegemonía que supere la visión de un capitalismo reformado, “verde”, humano, honesto y la ideología de un progresismo tardío que excluye una definición frente a la lucha de clases y propone una perspectiva en que considera a la corrupción como el problema central de la sociedad actual y no a la explotación de clase. Cómo lograr ganar socialmente, es decir a la mayoría del pueblo trabajador, a una perspectiva anticapitalista, a la conciencia de la necesidad de una real transformación revolucionaria no solamente anticapitalista, sino ecosocialista, feminista, internacionalista en lucha por un poder democrático propio del pueblo trabajador es el reto principal.

El triunfo de AMLO en 2018, aunque fuera por medio una transición pactada, hundió al régimen del PRIAN y su proyecto ideológico, así como la ruptura con el PRI en 1988, en 2018 con el PRIAN. En el intento de consolidar un nuevo régimen político, el gobierno del progresismo tardío intenta imponer como alternativo un discurso ideológico en torno a lo que ha llamado la Cuarta Transformación. Este recurso ideológico que no implica necesariamente una verdadera cuarta transformación histórica en México que tendría que ser revolucionaria y por tanto en el siglo XXI tendría que ser anticapitalista, ante la pobreza conceptual del gobierno de AMLO y Morena, tiende a parecerse más a la “ideología de la Revolución Mexicana” que José Revueltas denunciaba como ese control que logró el PRI en las masas y todas las corrientes políticas incluso en la izquierda reformista. La hipótesis estratégica para un cambio revolucionario en México, una verdadera cuarta transformación histórica pasa por la ruptura o superación de la ideología de la 4T a favor de la conciencia anticapitalista y revolucionaria que hoy tendría que ser anticapitalista, ecosocialista y antipatriarcal, es decir feminista, y en consecuencia internacionalista. No hay, como ya hemos dicho reiteradamente, cuarta transformación revolucionaria en México cuando la dirección del gobierno de AMLO es cuando mucho de una “democracia plebiscitaria” es decir donde se ubica al pueblo en actitud pasiva, de apoyo o votación, pero opuesto a impulsar y reconocer los procesos de autoorganización de las masas, de poder popular como dirían otros.

¿Cómo lograr la superación de la ideología de la 4T a favor de la perspectiva anticapitalista? ¿Cómo ganar a las masas a esa transición?  ¿confrontación política permanente o desbordamiento por medio de la política del frente único? 

Este problema es el central en la perspectiva estratégica del PRT en este periodo. En política siempre el problema es cómo te ubicas frente al poder. Así como nuestra definición frente al bonapartismo priíista durante el siglo XX o nuestra definición frente al bloque oligárquico neoliberal surgido de la alianza PRIAN. Ahora esta definición tiene que ver con nuestra posición frente a lo que hemos analizado en el proyecto de resolución política como un gobierno de progresismo tardío pero con la posibilidad de la consolidación de un nuevo régimen político.

El definirse en relación a este gobierno del progresismo tardío que tiene legitimidad de origen y grandes ilusiones entre las masas, especialmente alrededor de AMLO más que de Morena y la polarización política que ha impulsado bajo su concepción binaria, implica un gran riesgo si adoptáramos la opción de una confrontación abierta y permanente que nos enajenaría de la conciencia actual de las masas y nos colocaría como parte de la oposición política al gobierno, que es en el terreno legislativo, electoral y partidario (pero también mediáticamente) el bloque de la derecha que se representa por el PRIAN (y PRD). Desde el CC de agosto de 2019 planteamos la necesidad de continuar la lucha contra las reformas neoliberales, precisamente porque son sostenidas por el gobierno, pero en esta forma, digamos positiva. Es decir, escapar a la disyuntiva de apoyas o rechazas al gobierno planteando que continuamos la lucha contra las políticas neoliberales (que por cierto sigue sosteniendo este gobierno).

Esta orientación implica a veces recurrir a tácticas de frente único en donde impulsas demandas democráticas, antineoliberales, que también son impulsadas por sectores lopezobradoristas (que no necesariamente de Morena) para llevar las luchas hasta las últimas consecuencias que sobre la práctica muestran la incongruencia o complicidad del gobierno y por tanto conducen a una propuesta más radical, anticapitalista

Para ello es que conviene examinar en concreto lo que entendemos por la política del frente único para evitar confusiones que se crea impliquen subordinación al gobierno.

Ideología dominante. Frente único y frente amplio.

La ideología dominante es la del progresismo post priísta. No es reformismo que es categoría ligada al movimiento obrero históricamente.

Distinguimos históricamente los conceptos de frente único y de frente amplio.

La noción de frente único está vinculado a la caracterización del reformismo socialdemócrata como una corriente que tiene su origen en el movimiento obrero. Por eso frecuentemente decimos frente único de clase. Una discusión paradigmática sobre el tema del frente único fue el planteamiento de Trotsky de la necesidad de unidad de acción con la socialdemocracia alemana por parte del PC alemán, ante el ascenso del nazismo. Desde 1914 había esta ruptura con la socialdemocracia por su posición patriotera ante el inicio de la primera Guerra Mundial y por tanto de subordinación con respecto a la burguesía. Esta traición, de hecho, colocó a la SD del lado de la burguesía y por eso Lenin la caracterizaba como una corriente del movimiento obrero con dirección burguesa. Pero ante el ascenso y peligro del fascismo insistía en unidad en la acción (no fusión) con la SD, es decir una política de frente único. El PC stalinizado se negó a hacer esta política, calificó a la SD como socialfascista y al dividir el frente del movimiento obrero, Hitler llegó al poder en 1933 y el resultado fue la destrucción de partidos y organizaciones sindicales del movimiento obrero tanto de los socialdemócratas como del PC.

El frente único es una política para hacer la unidad en la acción en torno a demandas comunes y para enfrentar riesgos mayores como el fascismo o un golpe militar. El frente único no es necesariamente un organismo que se llama frente único. Es una política, una orientación que se da en la práctica y que la unidad que logra puede concretarse o no en una organización unitaria que se llame como se llame. Y es una política de unidad de acción, sobre todo, en torno a demandas del movimiento, donde hacemos unidad pese a diferencias políticas y por tanto no se limita exclusivamente a alianzas electorales o apoyos de voto unido, sino más bien al nivel de las luchas y el movimiento de masas. Es decir no es frente único con el gobierno sino unidad en la acción en el movimiento, aunque sectores del movimiento estén influidos  por la nueva ideología oficial.

En la discusión en América Latina a propósito de la crisis del progresismo frecuentemente algunos camaradas hablan de la política de frente único. Planteo la duda de proponerlo como una fórmula aplicable en todo momento y lugar como una alianza con partidos y gobiernos de la orientación progresista. Quienes lo hacen así hablan de que los progresistas son “reformistas”. Aunque generalmente hemos acordado que el término progresista es una fórmula para generalizar y hablar con un término de uso mediático, también decimos que es difícil englobar todas las experiencias latinoamericanas como “progresistas” con una definición idéntica. Se requieren análisis concretos de cada caso, pero veo difícil identificarlos con el “reformismo” socialdemócrata histórico. El reformismo implica una estrategia que dice luchar por el socialismo, como el comunismo revolucionario, pero a diferencia del comunismo revolucionario, se propone lograrlo por la vía de reformas graduales, este “gradualismo” implica lograr reformas democráticas que por tanto se propone alianzas con sectores de la burguesía a los cuales termina subordinados.  El progresismo tardío de AMLO no se propone buscar el socialismo. No es socialista. La derecha lo señala como “comunista”, castrista o chavista pero él mismo lo ha negado sistemáticamente y efectivamente no lo es. En varios casos de América latina estos progresistas también son corrientes de origen burgués que por supuesto no se proponen el socialismo. Los gobiernos progresistas tampoco se caracterizan por hacer “reformas” hacia el socialismo. En general, los propios socialdemócratas no hacen ya reformas, sino aplican los planes de austeridad y del neoliberalismo. Por eso el gobierno de Lula, por ejemplo, fue caracterizado como haciendo una política “social liberal”, de aplicación de planes de austeridad y neoliberales que por la resistencia previa de las masas ya no pudieron imponer los gobiernos de derecha. Ante la crisis de los gobiernos de derecha, llegaron gobiernos progresistas que con la legitimidad que les dio el voto mayoritario del pueblo impusieron esos planes. Por ejemplo, empezando su gobierno Lula impuso la privatización de la seguridad social, al mismo tiempo que esta política social-liberal desarrolla programas asistenciales.

 En el caso de México y el “´progresismo tardío” de AMLO: ¿confrontación política o frente único?

¿Cómo forjar el polo alternativo al progresismo y a la derecha que rompa con la ideología dominante? ¿La confrontación política o el frente único? Pero el FU con qué movimiento social dirigido por el progresismo si Morena es partido electoral y no parte de los movimientos. No es frecuente encontrar a Morena participando en movimientos sociales como para plantearse en ese terreno la unidad de acción. Lo que hay es más bien simpatizantes o miembros de Morena participando en algunos movimientos pero no como una línea de partido, aunque sí buscando mantener a esos movimientos como aliados del gobierno. Por eso es que a veces hablamos también del lopezobradorismo porque es una base social de apoyo al gobierno pero que no necesariamente se identifica o participa políticamente con Morena (aunque vote por Morena) Pero la falsa disyuntiva antes dicha también plantea el  problema de que si optas por la confrontación política directa, sectaria, corres el riesgo de confundirte con el bloque de la derecha (como le pasó a Marea Socialista en Venezuela) pero sobre todo que posiblemente te enajenas la atención de las masas que mantienen ilusiones con AMLO y con Morena. En el proceso de desilusión con respecto a lo que AMLO llama “Cuarta Transformación” el reto es aparecer como parte de un bloque alternativo, no con la derecha, que convenza de que una verdadera cuarta transformación en este país no puede realizarse con el limitado horizonte estratégico del progresismo, sino que requiere una perspectiva anticapitalista, ecosocialista, antipatriarcal como la que proponemos desde la izquierda revolucionaria. Decirlo es fácil, la complicación es concretarlo en la realidad actual de la lucha de clases. No es por medio de la autoproclamación sino por medio de la experiencia concreta en el movimiento y en la lucha de clases ofreciendo alternativas viables en cada punto.

Algunas experiencias históricas en la dualidad de frente único y deslinde.

La fórmula para concretar dialécticamente el necesario balance entre frente único y el deslinde manteniendo la independencia política siempre, indudablemente es muy complicado. Indudablemente que una estrella polar para el PRT ha sido defender la independencia política de un proyecto clasista y revolucionario como el que representamos. Esta estrella polar es la que ha permitido mantener vivo y actuante el proyecto del PRT pese a todo tipo de cambios políticos, dramáticos e históricos que han implicado incluso la desaparición de otras corrientes históricas de la izquierda socialista.

Por supuesto, no justificamos la propuesta del PRT simplemente porque con esa estrella polar (la independencia de clase) logró sobrevivir a los históricos cambios del fin de siglo, sino porque en la crisis global actual se requiere un programa radical como el propuesto por la izquierda revolucionaria, ecosocialista, feminista antipatriarcal e internacionalista. No se trata simplemente de mantener una tradición que sobrevivió, sino el empuje de un programa radical que hoy es más necesario que nunca ante la crisis multidimernsional actual.

Para ayudar a definir en cada caso y en la perspectiva presente y futura que tenemos de la crisis de un régimen neoliberal y la expresión hegemónica social y política de una corriente progresista como el lopezobradorismo es útil tener como referencia las diversas experiencias históricas de nuestra corriente. Esta experiencia histórica muestra en general cómo pudimos evitar el extremo entre el sectarismo y la subordinación. La descripción en detalle de estas experiencias histórica puede ser necesariamente muy larga pues habría que tomar en cuenta desde las posiciones del propio Trotsky ante el gobierno de Lázaro Cárdenas, tanto en temas como la expropiación petrolera de 1938 hasta las tácticas en la elección de 1940, hasta una situación similar a la actual cuando después de 1988, Cuauhtémoc Cárdenas convocó a la formación del PRD en el que se disolvieron la mayoría de las corrientes de izquierda socialista incluso surgidas después del 68 y nuestra posición durante el periodo en que el PRD fue hegemónico presentándose como “la izquierda”. Para no ocupar más espacio en ese texto a estas experiencias históricas es que remitimos al texto que en preparación para esta discusión escribimos en agosto de 2021 con el título de “Algunas ideas para la discusión sobre las perspectivas estratégicas de construcción partidaria”. En ese texto encontrarán la referencia tanto al periodo del PRD como también después de 1994 con respecto al EZLN y sus diversas iniciativas políticas.

En otro terreno, ya con la experiencia de la llegada del gobierno de AMLO, hemos tenido otras experiencias en la posibilidad de unidad de acción como fue la participación en la CNDH con Rosario Piedra proponiendo impulsar el trabajo en esa institución con independencia y autonomía con respecto al gobierno federal y poniendo por delante la defensa de los derechos humanos sin subordinarse a intereses de partido o gobierno. El objetivo era, en el terreno político, romper con la dinámica binaria de gobierno o derecha, ofreciendo una opción institucional, desde el Estado pero no desde el gobierno (como habría sido si hubiera diputados o senadores de izquierda independientes del gobierno desde esa otra institución) por lo menos en el terreno de la defensa de los derechos humanos. El resultado, como se sabe, es que la CNDH bajo la presidencia de Rosario Piedra ha repetido la subordinación de la institución al gobierno en turno (fuera del PRI, del PAN, nuevamente del PRI y ahora de Morena) como lo hizo desde su creación en la época de Salinas. A diferencia de la conducta de Rosario Ibarra en toda su trayectoria política, su hija Rosario Piedra encabezando la CNDH pasará a la historia como traicionando el legado de la Doña y del Comité Eureka subordinándose al gobierno en turno en el caso de los derechos humanos y especialmente en el caso de los desaparecidos políticos y el papel del ejército.

Pero las experiencias más importantes de política de frente único en el movimiento pero ya con el gobierno de AMLO, han sido el caso de la consulta del 1 de agosto y la propuesta de reforma eléctrica constitucional que ha propuesto López Obrador.

La consulta del 1 de agosto, que finalmente no consiguió el nivel de participación necesaria para realizarse, planteaba someter a juicio a los expresidentes neoliberales. El odio popular a esos expresidentes, especialmente a Peña Nieto, es muy grande como se comprobó en el voto de julio del 2018 del “hartazgo popular”. Por eso aunque formalmente Morena no impulsó la campaña para reunir las firmas, un sector amplio del lopezobradorismo si hizo un esfuerzo y se movilizó. Ese odio y el imaginario popular de un gobierno que supuestamente lucha contra el neoliberalismo, hizo que AMLO no se opusiera al intento de consulta, aunque a la hora de la misma no se presentó a votar. Esta contradicción tiene que ver con la transición pactada que en la misma toma de posesión del 1 de diciembre de 2018, AMLO ofreció a Peña Nieto en la tribuna de la Cámara de Diputados no ejercer un gobierno “revanchista”, es decir que no lo tocaría ni sometería a juicio.  Ante la presión popular AMLO pudo recurrir a su argumento sobre el “pueblo sabio” al que deja decidir si se les juzga o no a los ex presidentes y respetar el resultado, en este caso de no hacer el juicio ya que no se alcanzó la votación necesaria. En realidad, AMLO mantuvo la consulta porque inicialmente lo que proponía es que fuera al mismo tiempo que las elecciones intermedias del 6 de junio. Es decir utilizar la consulta contra los expresidentes para fortalecer el voto por Morena en esa polarización llamando a votar contra el PRIAN que representaban a esos ex presidentes.

Nuestra posición, como puede leerse en sendas declaraciones como PRT fue a favor de participar en la consulta y votar a favor del juicio de los expresidentes. De esa manera quisimos coincidir con el sentimiento popular contra los expresidentes neoliberales. Pero al mismo tiempo que llamamos a votar por el juicio a ex presidentes explicamos nuestras razones. ¿Por qué se excluía a Luis Echeverría que sigue vivo (acaba de cumplir 100 años) y sigue impune de la larga lista de crímenes cometidos por ese gobierno del priísmo tradicional, desde el 2 de octubre de 1968, hasta el 10 de junio de 1971 con Los Halcones, pasando por otro crimen de lesa humanidad como es la práctica de desaparición forzada de cientos de militantes de la guerrilla o sus familiares como sospechosos de ser parte de alguna organización armada (Jesús Piedra, el hijo de nuestra compañera Rosario Ibarra fue desaparecido en abril de 1975, en pleno echeverrismo). Dijimos, por tanto, sí al juicio a los expresidentes pero también a Luis Echeverría. ¿Por qué no se le incluyó en la propuesta? Acaso porque muchos de los ex príistas del gobierno y de Morena son de la época de Echeverría (desde Muñoz Ledo y Bartlett hasta el actual Presidente).

Y nuestra postura junto con el llamado a enjuiciar a los expresidentes neoliberales fue el de plantear no solamente el juicio a esas personas sino la abrogación de las reformas neoliberales que ellos impusieron. No se trata simplemente de castigo personal, sino de tirar las reformas neoliberales (o la justicia para los desaparecidos de Echeverría)

Esto es un ejemplo de lo que queremos decir con la política de frente único. Unidad de acción en torno a una demanda democrática pero no subordinación a la lógica del gobierno, sino plantear ir más allá, al fondo del problema que se plantea.

El otro ejemplo es el de la reforma eléctrica a nivel constitucional que ha propuesto AMLO después de las elecciones de 2021. De nuevo resalta la tensión entre el imaginario popular con la llegada del gobierno de AMLO y la transición pactada que mantiene líneas neoliberales centrales.  Para hacer esta reforma constitucional, AMLO requiere mayoría calificada en el Congreso. Después de las elecciones de junio de 2021 no tiene posibilidad de esa mayoría sólo con el voto de Morena y sus aliados. Requeriría votos de los partidos de la derecha, especialmente del PRI para sacar adelante la reforma. ¿Realmente quiere acabar con la reforma energética neoliberal de Peña Nieto? ¿Por qué esperó, entonces, hasta 2021 para plantearla?. De haber querido acabar con ésa y otras reformas neoliberales debería haberlo hecho en el primer trienio de su gobierno pues con el impacto de los 30 millones de votos de su elección es cuando habría logrado la mayoría calificada en el Congreso. Pero además, la reforma que propone no acaba radicalmente con la reforma neoliberal. Propone dar la capacidad productiva de la energía a la CFE hasta más del 50 por ciento pero mantiene la inversión privada aunque reducida al 40 por ciento. Así como pensó la consulta sobre el juicio a los expresidentes para el día de las elecciones intermedias, todo indica que el tema de la reforma eléctrica (cuya discusión y aprobación se va alargando) lo utiliza para continuar el descrédito electoral de la coalición de derecha del PRIAN y eventualmente su ruptura, con el reto a los priístas de que se coloquen del lado patriótico, “como habría hecho Lázaro Cárdenas y no de lado de la traición”. O sea una campaña mediática para debilitar más al PRI o dividirlo (o eventualmente traerlo a la coalición PRIMOR) como van mostrando, además, los ofrecimientos a ex gobernadores priístas de cargos como embajadores o cónsules en el exterior.

En este caso Morena y el movimiento lopezobradorista sí se han movilizado en apoyo a la iniciativa de reforma eléctrica. Nuestra postura solidaria con los compañeros del SME ha sido apoyar la reforma, aunque sea parcial. Nuevamente acompañamos nuestra explicación, como la del SME, diciendo que está bien esta iniciativa parcial pero que la entendemos como parte de la lucha por la renacionalización de la industria eléctrica. Es decir que lo que proponemos es la renacionalización y por tanto la abrogación completa de la reforma neoliberal de Peña. También decimos que para ser completa debería incluir la solución a las demandas del SME relativas al despido de que fueron víctimas desde la liquidación de la Compañía  de Luz y Fuerza como parte de este proceso neoliberal de privatización de la industria eléctrica. Y bajo la misma lógica completar la reforma con la solución a la demanda de la ANUEE de “borrón y cuenta nueva”.

No hay que olvidar que desde la llegada del gobierno de AMLO ha habido una presión y ataque permanentes contra el SME y la ANUEE en todos los terrenos y se le ha tratado de aislar. Esta posición encabezada por el SME ha impedido el aislamiento y diputados y senadores de Morena han ido a las asambleas dando cobertura a su lucha, al mismo tiempo en que ellos se hacen propaganda como supuestos consecuentes luchadores. Pero incluso en el Parlamente abierto que el Congreso abre sobre el tema el SME participará dando a conocer también su posición al respecto. El apoyo a la reforma parcial permite agitar y propagandizar la necesidad de la renacionalización y solución cabal al SME y a los usuarios. Unidad y deslinde.

Unidad y deslinde que deberá permitir que si finalmente la reforma de AMLO no se logra, podemos insistir en la solución de fondo de la renacionalización y abrogación completa de la reforma neoliberal. En 1938 la huelga petrolera la ganaron en los tribunales laborales los trabajadores del sindicato, pero las empresas extranjeras se negaron a acatar las leyes nacionales y el gobierno de Cárdenas ante la rebeldía patronal procedió a expropiar a la industria petrolera toda. La unidad y deslinde o unidad y alternativa propia permite que en un momento decisivo la alternativa de fondo aparezca como viable.

Finalmente, el 17 de abril de 2022 se rechazó en la Cámara de Diputados la iniciativa presidencial de reforma eléctrica al no lograrse la mayoría calificada. El “plan B” que presentó López Obrador al día siguiente fue una iniciativa para recuperar el litio, pero la cuestión eléctrica quedó sin avance por el momento. La ofensiva político electoral contra el PRIAN por “traidores” continuó incluso pretendiendo penalizar a los diputados que votaron en contra. Ciertamente la polarización política de las semanas previas llegó a altos niveles pues se evidenciaron los cabildeos y presiones de empresas extranjeras hacia los diputados, incluso del embajador de EU, Ken Salazar, que casi semanalmente visitaba Palacio Nacional-

La táctica del frente único, unidad y deslinde, es un instrumento también para la conquista de las masas a una conciencia anticapitalista, revolucionaria, a la superación de la conciencia del progresismo tardío. Es parte de la disputa por la hegemonía política en la conciencia de las masas. No es posible la revolución sin la participación de las masas, de las grandes mayorías del pueblo trabajador. Por eso la disputa por la conciencia de las masas es estratégica.

La construcción del partido en este terreno y su relación con el obradorismo.

Obviamente la aplicación dialéctica entre deslinde-independencia y unidad de acción democrática que hemos comentado remite inmediatamente al problema de la construcción del partido en estas nuevas circunstancias.

Comprender la situación abierta en este terreno a partir del “fin del pequeño siglo XX” como gustaba parafrasear al camarada Daniel Bensaid  para referirse al periodo de 1917-1989 , permite entender que las dificultades y el cambio en la construcción del partido y nuestra experiencia como PRT van más allá de las vicisitudes nacionales y diferencias de conducción coyunturales como piensan quienes añoran al “viejo PRT” como una experiencia abstracta sin relación con la lucha de clases y la relación de fuerzas a nivel nacional e internacional. También permite entender que muchos de los problemas de construcción a nivel nacional son compartidos a nivel  internacional por otras secciones.

Para ubicar cómo la experiencia del PRT y las respuestas que hemos venido dando desde 1968 son parte de un esfuerzo compartido es muy recomendable volver a estudiar el texto correspondiente a rol y tareas de la Cuarta Internacional aprobado en el último Congreso Mundial, celebrado en 2018. El texto recoge y resume las tácticas de construcción partidaria que hemos tenido que seguir, dependiendo de la situación política mundial y las relaciones de fuerzas. El resumen de esas tácticas que recoge el texto de la Internacional puede verse en espejo en la experiencia del PRT (incluso en algunos casos referidos explícitamente al PRT). Como la referencia es a partir de 1968 podemos reconocer el trayecto en que secciones de la Internacional, como el PRT, recorrimos exitosamente el camino de autoconstrucción de un partido revolucionario, programática y políticamente identificado como sección de la Internacional. Además del PRT, puede haber otros ejemplos en esa lógica, incluso ejemplares para nuestra experiencia en la época, como la LCR francesa o la LCR-ETA VI en el Estado español. O en otro nivel, pero en lógica similar, el SWP de Estados Unidos hasta los años 70 o en menor medida el IMG en Inglaterra. Pero no debe perderse de vista que ese desarrollo partidario, incluso del PRT, se ubica en el nuevo ascenso revolucionario de masas abierto con 1968 y que, efectivamente tuvimos la capacidad de aprovechar en crecimiento y posicionamiento. Pero el contexto histórico lo permitía. No cualquier contexto, sino de ascenso revolucionario que puso para esa generación la perspectiva socialista como paradigma con Vietnam, el Ché Guevara, el Mayo 68, la Primavera de Praga y después todavía el triunfo sandinista en 1979, el Movimiento de la Nueva Joya en Granada o la unificación del FMLN en El Salvador. Con el fin del “pequeño siglo XX” el hundimiento de la URSS, el ascenso del neoliberalismo, el fin de los partidos comunistas, la degeneración de nuevas revoluciones aisladas como la sandinista, la institucionalización y adaptación de fuerzas como el FMLN, el PT de Lula, los Tupas de Uruguay, la perspectiva de construcción (y reconstrucción frecuentemente) de partidos revolucionarios cambió. Como hemos señalado, pese a los cambios abiertos desde 1988-89, el PRT sobrevivió (pagando un precio en escisiones, aislamiento y marginación al inicio del siglo XXI) y podemos observar cómo adopta respuestas similares a las de otros camaradas de la Internacional.

El texto del Congreso Mundial reseña entonces las experiencias que, como nosotros, hemos seguido en la idea del reagrupamiento socialista primero y después para llegar a la idea de los partidos amplios. Y ahora podemos agregar a la crisis de la política de los partidos amplios. Para nosotros, sin embargo, manteniendo en cualquier experiencia la necesidad de la independencia política y opuesto por tanto a la disolución como partido cuartista en alguna novedosa expectativa que hubiere que recorrer.

Desde 1991 empezamos la experiencia del reagrupamiento socialista con el Frente Electoral Socialista alrededor del registro del PRT en las elecciones intermedias de ese año. Con varios de los agrupamientos del FES, mayoritariamente provenientes de la tradición del PCM (la CSR dirigida por Eduardo Montes, Marcos Leonel Posadas y otros más), pero también del PPS, la corriente de Héctor Ramírez Cuéllar y Ramón Jiménez, así como con corrientes provenientes de maoísmo como la Asamblea General de Trabajadores (de Tulio y Puebla), de Teodoro Palomino ex PT y hasta de Autogestíón de Enrique González Rojo y Alfredo Velarde constituimos el Movimiento de Refundación Socialista (que en 1994 apoyó la candidatura de Cárdenas). Después tuvimos la experiencia más amplia del Frente Socialista del 2005 (que después se dividió entre “la otra campaña” y  otros con la candidatura de AMLO para el 2006) pasando por experiencias intermedias como la Alianza Socialista (con LUS, MUS, UNIOS). La experiencia más importante fue la de Convergencia Socialista, APN,(que publicó durante varios años las revistas Convergencia Socialista y Desde los 4 Puntos) reagrupamiento en que participaron compañeros provenientes del PCM-PSUM, algunos de los cuales en Coahuila o Hidalgo ingresaron al PRT Pero que sobre todo se convirtió en una posición propia en los debates de las mesas del diálogo entre los asesores del EZLN en la coincidencia de posiciones sobre la autonomía indígena con Diaz Polanco y las posiciones del PRT que proyectaría Sabino Estrada en la resolución del Congreso del PRT de 1996. Y la otra parte muy importante de esta experiencia que fue la convergencia de feministas que sí apoyaban al zapatismo (aunque con posiciones críticas como las expresadas por Nellys Palomo en relación a “usos y costumbres”) a diferencia de la corriente del feminismo institucional. Esta convergencia feminista se mantiene hasta la fecha con la publicación de la revista Cuadernos Feministas cuya edición empezó simultáneamente con las otras 2 revistas.

Después de estas experiencias de reagrupamiento socialista es que avanzamos a la idea de un partido amplio, similar a la tesis impulsada en la Cuarta pero en el caso mexicano alrededor de una iniciativa sindical, obrera, como fue la iniciativa del SME para conformar lo que finalmente se llamó la OPT (Organización Política del Pueblo y los Trabajadores). Desde la OPT, por cierto, también hicimos un acuerdo con el PRD de López Obrador en las elecciones presidenciales de 2012. Y desde la OPT también el apoyo a Marichuy en 2018. Obviamente necesitamos un balance más amplio sobre la OPT y sus posibilidades actuales.

La orientación de un partido amplio, mayor que nuestras propias fuerzas cuartistas, implica la visión de intentos sucesivos, avances y retrocesos sin perder la perspectiva estratégica de largo plazo, sin quedar casados a una estructura fija. Los casos de Syriza en Grecia, de Refundación Comunista en Italia, de PODEMOS en el Estado español, del NPA en Francia ahora lo apuntan. Y del PT-DS en Brasil antes y del PSOL ahora. La piedra de toque determinante es la relación con el gobierno, sea progresista o reformista, pero que te compromete con la lógica neoliberal. Una relación subordinada al gobierno puede ser el “beso del diablo” en cuanto a la pérdida de independencia y perspectiva, aun con un pequeño éxito inmediato.

La experiencia latinoamericana después de fines del 2019, cuando los levantamientos populares especialmente en América del Sur es muy rica y debemos tomar en cuenta. Esta experiencia muestra varios elementos a evaluar:  El desgaste del progresismo latinoamericano habiendo cambiado la situación de inicios del siglo XXI. Las explosiones populares del 2019 en Chile, Ecuador, Bolivia, Honduras, Puerto Rico. Romper el chantaje del progresismo de dos únicas opciones: o ellos, los progresistas o la derecha. Las posibilidades del surgimiento de un tercer polo alternativo, generalmente un polo social político o solamente social. La Constituyente en Chile y las candidaturas independientes que rompen con los “partidos de la concertación” y los partidos del orden. Pachakutik en Ecuador entre el progresismo correísta y la derecha. El PSOL en las elecciones locales pasadas y el reto ante las siguientes elecciones presidenciales, entre el PT con Lula y la derecha con Bolsonaro. El ARI en Venezuela en 2020, con independencia del PSUV y la crisis y desgaste del gobierno Maduro. Las candidaturas de la Victoria del Pueblo en Puerto Rico. La rebelión popular de masas en Colombia y la izquierda institucional queriendo subordinar todo a las siguientes elecciones.

Estos temas apuntan también a lo que hemos dicho antes sobre la crisis de Morena que se viene para el 2024. Como señalamos detalladamente en “A 3 años de las presidenciales” en la crisis anunciada para el 2024 es muy probable no solo una crisis de Morena como partido sino incluso su división o rupturas. La perspectiva adecuada no parece ser acompañar a quienes se dicen de izquierda y socialistas dentro de Morena y que van hacia la crisis, sino más bien fortalecer el polo alternativo o incluso la presencia del PRT en ese polo alternativo. No se trata de ser parte de la crisis de Morena en el 2024, sino de ser una opción alternativa ante la crisis de Morena. De ahí la importancia de la orientación de independencia pero también de flexibilidad en la unidad de acción.

 La necesidad del bloque alternativo independiente del gobierno y la derecha desde el movimiento.

La descripción de la pugna en el poder por la conformación de un nuevo bloque dominante y un posible nuevo régimen político y las pugnas hacia la sucesión presidencial del 2024 confirman, contra la ilusión de algunos grupos de izquierda, que quieren repetir el camino que siguieron en el PRD de pretender transformar a Morena, que no hay posibilidad alguna en ese sentido y que la pugna arriba no tiene que ver con los intereses y programas de abajo, de la clase trabajadora, de los movimientos populares y sindicales en resistencia contra el neoliberalismo y los movimientos antisistémicos como las luchas ecosociales contra los megadesarrollos que enfrentan comunidades y pueblos indígenas o la lucha contra el patriarcado capitalista del nuevo auge del movimiento feminista y también contra la violencia feminicida, así como la de familiares y colectivos de las víctimas de esa violencia que se expresa en cientos de miles de desaparecidos y ejecutados, en el marco de una mayor militarización. Los grupos con ilusiones en un posible cambo de Morena se dirigen a ese partido en el momento en que ha avanzado lo que un lopezobradorista convencido, Pedro Salmerón, ha denunciado como la “perredización” de Morena.

Es cierto que es muy posible que estalle una crisis y rupturas en Morena en los siguientes años. Pero para una perspectiva anticapitalista, la solución no está dentro de Morena y hacerse parte de su crisis, sino que la posible solución es desde fuera de Morena construyendo desde ya una alternativa independiente del gobierno y su partido. Alternativa anticapitalista independiente y no sumándose a la derecha, como calumnia siempre el lopezobradorismo a quien se atreve a expresarse en forma crítica e independiente.

Obviamente es muy difícil en esta situación tan complicada y confusa en que incluso la extrema derecha acusa absurdamente a López Obrador de “comunista” o chavista, demostrar que para quienes tuvieran ilusión en lograr una verdadera Cuarta Transformación histórica en nuestro país que no basta un partido progresista para eso sino que se requiere una perspectiva político partidaria anticapitalista, ecosocialista, feminista, antipatriarcal, anticolonialista. Esto es lo que hay que construir para evitar una desmoralización ante el agotamiento de un progresismo tardío y una nueva estabilización capitalista de un régimen en crisis. Si no hay un polo alternativo de clase, el riesgo sí es que la desmoralización ante el agotamiento del progresismo tardío, su crisis y ruptura, fortalezca opciones de derecha o de la antipolítica. Se necesita un polo alternativo a la derecha y al progresismo que no es parte de la crisis del progresismo y su partido Morena, sino opción de izquierda anticapitalista.

La posibilidad de un polo como el que decimos existe no solamente por los efectos de la política que se anuncia desde el poder, sino también y sobre todo porque existen ya los movimientos antisistémicos en lucha independientes del gobierno y del régimen en crisis. Con movimientos como los señalados es que existen las bases sociales para un polo social y político anticapitalista alternativo frente a la derecha pero también frente al gobierno. Por las restricciones legales y antidemocráticas del sistema electoral actual es muy difícil que en lo inmediato ese posible polo se exprese como una alternativa político partidaria unida. Un partido amplio de la izquierda anticapitalista pero también de los movimientos sociales antisistémicos requiere también un acercamiento en cuanto a las concepciones políticas que supere los prejuicios y el descrédito presente en el movimiento sobre una alternativa partidaria. Pero por lo pronto es posible seguir impulsando coincidencias y unidad en la acción de lo que en la práctica sea un polo social y político alternativo.

 

El polo social y político alternativo

Hay que construirnos en las posibilidades del polo social y político alternativo. Pero como opción político partidaria, a final de cuentas. Para ser alternativa frente a la desmoralización que lleva a la antipolítica y antipartidismo, pero que también lleva al ultraizquierdismo vanguardista tipo los años 70 con la lucha armada y muerte “al reformismo” y ahora con las acciones ejemplares directas. Ni son provocadoras ni son la alternativa, es la acción ultraizquierdista que pretende ser “ejemplar” a las masas, pero sin integrar a las masas.

Las posibilidades del polo social y político alternativo independiente del gobierno y sus partidos existen pues sí hay las bases sociales en movimientos reales para el polo alternativo, aunque hay muchas dificultades para una conformación orgánica político partidaria por las diferencias al respecto de la política y la noción de partido producto del descrédito y desprestigio ante la degeneración y degradación de los partidos institucionales y la política institucional.  Las bases sociales de ese polo son el propio polo político del SME-NCT y el polo alternativo de movimientos antisistémicos como el sindical de la NCT, el feminismo contra el patriarcado capitalista y el movimiento ecosocial de pueblos y comunidades indígenas contra los megaproyectos y el extractivismo, así como el extendido movimiento de víctimas de violaciones a derechos humanos, especialmente de casos de desaparición forzadas, así como la violencia extrema del feminicidio que es uno de los ejes centrales también del movimiento de la nueva generación feminista.

Existiendo las bases sociales para ese necesario polo alternativo se desprenderán muchas tareas tanto en la participación activa en estos movimientos como nuestros sectores de intervención prioritarios como en cuanto a las tareas propiamente de construcción partidaria en esos movimientos y en forma autónoma y combinada con experiencias de partido amplio como podría ser la OPT que es indudablemente la experiencia más avanzada en esta posibilidad. Para todo ello es necesario combinar táctica de frente único, partido amplio, registros locales de partido, incluso localmente una recuperación de prácticas de partido de cuadros con influencia de masas, especialmente en el campesinado, donde después de varias discusiones con dirigentes de la UGOCP, incluso en el marco de la Escuela de Cuadros del PRT es posible restablecer un acuerdo político partidario, candidaturas independientes al mismo tiempo que se mantiene y refuerza el perfil del PRT (intervención en el feminismo y movimiento de mujeres directamente en el movimiento y sus estructuras o simultáneamente, como se ha planteado en cierta discusión pendiente de resolver, crear plataforma o estructura parapartidaria para agrupar simpatizantes) ecososocialista (pasar de la difusión y explicación a la participación directa en los movimientos).

En cualquier caso, con lo señalado sobre la hipótesis estratégica y al mismo tiempo la profunda crisis del sistema político electoral en México y la dinámica de desgaste y crisis de Morena es necesario pensar en las formas para no quedar sujetos al corsé forzoso de la participación política y electoral exclusivamente por las vías institucionales (las llamadas “candidaturas independientes” son parte de ese entramado institucional, no así las candidaturas sin registro). Es decir, si bien podemos explorar varias tácticas dependiendo de condiciones particulares como son registros locales como partido, la tendencia general hacia el 2024 apunta en otro sentido. Aunque AMLO pretende imponer una reforma electoral antes del 2024, su interés está más bien en relación al papel del INE, pero sería muy raro que se incluyera el tema de las condiciones para el reconocimiento de nuevos partidos (pues la perspectiva de AMLO es más bien hacia un sistema bipartidista y cerrar el paso a otras opciones), por un lado. Y por el otro, si se no se reforma la legislación electoral las posibilidades de nuevos registros tendrían lugar hasta el 2025. Por tanto y vista la crisis del sistema electoral y de partidos en su conjunto, el descrédito de los mismos y los efectos de la crisis y división de Morena, no debería ser preocupación nuestra encontrar caminos a la participación político electoral en el terreno institucional en estas circunstancias. Ni siquiera por la vía de “candidaturas independientes” como las reconoce la ley. En todo caso candidaturas sin registro, o sea fuera de la institucionalidad que, eventualmente puedan servir como medio de agitación para plantear la necesidad de un partido de izquierda anticapitalista de los movimientos sociales en lucha. Que campañas “electorales” así sirvan para avanzar en la organización y la necesidad de un partido propio de la clase trabajadora radicalmente diferente a los partidos institucionales.

Tampoco hay que confundirse con una visión ultimatista sobre la crisis de Morena y la perspectiva lopezobradorista. Como se ha señalado en el proyecto de resolución política nacional la situación apunta a una crisis del partido en el gobierno para el 2024. Pero eso no quiere decir que hay un riesgo de que la derecha partidaria (el PRIAN con el PRD) pueda ganar las elecciones presidenciales. El desfondamiento de la derecha, como vimos en las elecciones del 2021, desde la pasada elección presidencial es un hecho. La crisis se expresará en Morena, incluso hasta en la posibilidad de ruptura. Pero la falta de credibilidad del bloque de la derecha le impedirá capitalizar esa crisis a su favor. La pugna interburguesa y las diferencias se expresarán, por tanto, en el ámbito del gobierno y su partido. Pero es equivocado creer que la ruptura de Morena sea hacia la izquierda y por eso estar ahí. Seguramente la ruptura será hacia la derecha, por ejemplo encabezada por Ricardo Monreal. Los sectores que se dicen de izquierda, algunos que en el pasado fueron parte de la izquierda socialista, continuarán en Morena, buscando migajas de candidaturas. Por eso nuestra apuesta es a favor de un bloque social y política alternativo al gobierno y a la derecha. Al final, independientemente del sector que logre ser hegemónico en la candidatura de Morena, es altamente probable que nuevamente le gane a la derecha partidaria aunque no sea tan espectacularmente como el triunfo de AMLO en 2018. La disputa entre diversos sectores de la clase dominante en el gobierno y Morena que apunta al 2024 es real pero no tiene que ver con el interés de la izquierda y la clase trabajadora y puede consolidar o no un nuevo régimen político o la continuidad de la crisis de régimen que hoy vivimos. Por eso insistimos en el polo alternativo e independiente. Pero tampoco identificamos, no igualamos, la crisis ecológica que apunta a una catástrofe a la que nos referimos al inicio reafirmando nuestra perspectiva a favor de la revolución con la crisis, al nivel político nacional, de Morena en el 2024. La crisis de Morena en el 2024 no es simultánea a la catástrofe ecológica, responden a timings diferentes y circunstancias diferentes.. Con todo y su crisis, ante la falta de credibilidad de la derecha, Morena podrá ganar las elecciones del 2024, aunque imponga un sucesor títere como hizo Calles, el “Jefe Máximo de la Revolución” con Ortiz Rubio. La crisis de Morena será importante no por la escisión derechista que ocurra, sino porque la desilusión en el proyecto morenista mostrará las posibilidades para la izquierda revolucionaria siempre y cuando se haya avanzado en un polo alternativo. Y al mismo tiempo, cuando hablamos de la crisis ecológica desde el principio, reafirmando la perspectiva revolucionaria, es porque nuestra lucha es contra el capitalismo y no simplemente contra un gobierno.

En el balance necesario sobre la iniciativa de la OPT no hay que olvidar el efecto negativo que tuvo el no haber podido conseguir el registro legal. En el bloque alrededor del SME que apoyó la iniciativa de la OPT, la conciencia de la necesidad y de la presencia de la OPT en todas las luchas del SME, la ANUEE, Jubilados y NCT se mantienen. Pero como una necesidad política. El saber que no hay posibilidades de reconocimiento legal le quita la imagen de un instrumento eficaz para la lucha y sobre todo la gestoría. Estas conclusiones le han quitado impulso y fuerza al proyecto de la OPT que se queda como una referencia, pero sin concreción orgánica. De todas maneras, la propuesta de la Organización Política del Pueblo y los Trabajadores mantiene su vigencia.

Cuando insistimos en primer lugar en la necesidad de un polo social y político alternativo, donde participamos y nos construimos, es también por la conciencia de que la expresión partidaria de ese polo no pasa necesariamente por la vía de autodesarrollo y autoconstrucción del PRT. En este periodo esa construcción partidaria seguramente pasa por la vía de convergencias y encuentros de corrientes y militantes en la vía de lo que hemos llamado partidos amplios donde la propuesta programática y experiencia del PRT debe ser parte. El intento más importante en este sentido ha sido la OPT. Ha perdido impulso por lo que hemos señalado pero las condiciones para la construcción de un partido amplio “del pueblo y los trabajadores” no han cambiado. Aquí está la tensión entre la necesidad de un partido amplio, la posibilidad más cercana como es la OPT, sus dificultades (ligadas siempre al desarrollo de la lucha del SME, sus éxitos o no, sus avances) y la necesidad también de la expresión propia, autónoma, del PRT. En medio de esa tensión y mostrando que el camino no está cerrado hemos visto, en medio de la crisis por la pandemia, del desarrollo del bloque alrededor del SME-NCT, con infinidad de iniciativas políticas y espacios de discusión y elaboración programáticas, como una especie de partido amplio, independiente del gobierno y Morena, pero con cierta capacidad de interlocución que al mismo tiempo parece sustituir a la OPT sin planteárselo.

Por eso nos hemos preguntado: ¿Es ahora el bloque alrededor del SME-NCT el partido amplio, sustituto y transitorio o debemos  reimpulsar simultáneamente la OPT? Seguramente es necesario no abandonar la perspectiva de reorganización de la OPT en un marco como es el bloque general que es muy favorable y no rivaliza.

Esta intervención combinada en movimientos con posibilidad de avanzar en partido amplio, así como la conciencia de los movimientos que son parte de la hipótesis estratégica revolucionaria de la que hemos hablado plantean las tareas militantes que tenemos como PRT enfrente. En primer lugar forjar una nueva generación de cuadros dirigentes y referentes en los movimientos y como partido. Esto implica un proceso de educación y capacitación de nuevos cuadros partidarios aprendiendo a actuar en el seno de los movimientos sociales. Nuestro reto principal es participar activamente en el seno de los nuevos movimientos sociales, salir ya aprovechando el periodo previo de formación interna. Reforzar la estructura partidaria que se ha logrado mantener intensamente por medio de la actividad virtual y pasar paulatinamente (con las medidas sanitarias necesarias) en “la nueva normalidad” al reforzamiento presencial y en el movimiento en la calle. Al decir que debemos aprovechar este periodo previo de formación de cuadros para en la nueva circunstancia empujar a la formación y capacitación en el seno de los nuevos movimientos implica recuperar también la noción leninista de formar cuadros dirigentes. No la imagen caricaturizada de los que se oponen a la propuesta de partido diciendo que se pretende ser vanguardia autoproclamada, pero al mismo tiempo que necesitamos el aprendizaje en el seno del movimiento, vamos no simplemente de seguidistas del nivel de conciencia de las masas, sino defendiendo una propuesta, una perspectiva anticapitalista necesaria y urgente hoy. En ese sentido es que disputamos y defendemos una dirección para el movimiento respetando siempre su autonomía pero no ocultando nuestras posiciones sobre las que tratamos de convencer. Nuestro énfasis tiene que estar en la actuación hacia afuera del partido, en el movimiento, con las dificultades señaladas antes.

Es decir, hay un reto adicional producto de la crisis actual. La pandemia ha impuesto el confinamiento social bajo la consigna de quédate en casa. Además de la contradicción que implica para la clase trabajadora el confinamiento y la estancia en casa por la pérdida de empleos y la imposibilidad del “home office” para amplios sectores de la clase trabajadora que viven en la informalidad y sin acceso a herramientas tecnológicas necesarias para el trabajo en casa hay otro problema. El desarrollo de la conciencia de clase que sólo es posible por medio de la experiencia en la lucha de clases, en las luchas, en las movilizaciones, en las calles, es decir fuera del confinamiento social. Con las condiciones y precauciones sanitarias, de todos modos, poco a poco las calles y la movilización están siendo retomadas. La crisis muestra la contradicción de muerte que significa la continuación del capitalismo, pero la conciencia anticapitalista requiere de la experiencia de la movilización y organización de las masas. Incluso en el terreno sindical, estamos viendo un nuevo ascenso de luchas y movilizaciones que paradójicamente se ven estimuladas por los acuerdos en el terreno laboral del TMEC.