A propósito del Congreso del PC Cubano: "No me defiendas, compadre"

Guillermo Almeyra

Como si los problemas que debe enfrentar la revolución cubana fueran pocos ahora le han salido defensores de oficio de las medidas económicas y sociales adoptadas por su gobierno. Se trata, por supuesto, de gente sabia que proclama al mundo latinoamericano (del cual, como sabemos, forman parte Cuba, que lucha por la construcción del socialismo) que debe huir del “marxismo de importación”. Por supuesto, quien hace esa exhortación habla en castellano, enciende la luz eléctrica, recurre a médicos y no a chamanes y utiliza antibióticos, todos ellos de importación y escribe en un ordenador en vez de anudar quipus…

 

 

Es también gente progresista aunque algo paternalista porque duda mucho de la capacidad de comprensión y de la lógica de quienes se han agrupado en Cuba como comunistas y en calidad de tales han elaborado un documento partidario para un Congreso comunista ya que nos dicen que “si queremos ayudar a Cuba evitemos aturdirla con el catecismo de la revolución proletaria mundial” (es decir, con el reclamo de coherencia con los principios libremente asumidos en Cuba y por los cuales declara luchar ese partido).

La coherencia política y teórica en efecto no preocupa demasiado a estos “defensores” de Cuba para los cuales es normal que un documento de un Partido Comunista en un país que quiere construir el socialismo no se preocupe por qué piensan los trabajadores (a los que ni menciona) ni por qué puede pasar en la sociedad al aplicar las medidas que se ve obligado a adoptar por imposición del capitalismo mundial ni diga claramente en cuál perspectiva inscribe sus acciones y, por consiguiente, apenas escriba tres veces la palabra “socialista”. Sus anteojeras históricas son además realmente notables porque esa gente sostiene que lo nacional y popular en los países ricos es sinónimo de racismo, exclusión y discriminación, olvidando que la Revolución Francesa se produjo en uno de los países más ricos del mundo de ese entonces y, en su momento culminante, eliminó la esclavitud, integró entre sus militantes y dirigentes mujeres y extranjeros, suprimió las discriminaciones sociales y de nacimiento. No habría que olvidar nunca, porque en eso se basa nuestra confianza en la posibilidad de un cambio social también en el Viejo Continente, que lo “nacional y popular” incluye, en la historia europea, el agnosticismo y el ateísmo, la lucha por las libertades, el socialismo nacido como conclusión lógica de la lucha por la democracia social, el anticolonialismo y el internacionalismo de vastas capas de los trabajadores, además de tantas otras cosas buenas que importamos, aclimatamos y modificamos.

Marx y los revolucionarios, por otra parte, consideraron siempre la lucha por eliminar la explotación capitalista y por la emancipación de los trabajadores como la base para desarrollar las libertades, reducir gradualmente el peso del Estado hasta su futura eliminación y lograr relaciones humanas basadas en otra moral, Ellos combatieron siempre para que los medios correspondieran a ese fin, o sea, para que, incluso en los retrocesos y en las derrotas, incluso en el caso de tener que reforzar transitoriamente el aparato estatal por una imposición del enemigo, quienes luchaban por construir el socialismo dijesen siempre la verdad a los trabajadores, educándolos políticamente y afirmando su capacidad de decisión y de organización. Porque creían que, incluso la gente hundida en la miseria, en el analfabetismo, en la alienación, en ciertas condiciones es capaz de dar lo mejor de sí misma y de transformarse. En la Polonia del catolicismo masivo y del consumo record de vodka no hubieron ebriedad ni prostitución, ni violencia. en las ocupaciones de fábrica de 1980 En la Argentina violenta de hoy sin formación socialista de masas y educada en la unión nacional entre trabajadores y patrones, en el entierro de Kirchner no hubo un borracho, un robo, una violación,..Es que, según sean las condiciones, todos pueden ser héroes y altruistas o, por el contrario, egoístas y asociales. El ser humano “es el conjunto de sus relaciones sociales” pero también puede modificarlas, tender a elevarse por encima de ellas. Por eso el mercado negro practicado en la isla por quienes están obligados a hacerlo, el robo al Estado de quienes no lo ven como propio, la baja productividad de los desmotivados por los bajísimos salarios, no son realidades inmutables. Pero esos defensores de oficio de un aumento de las desigualdades sociales- implícito en la necesidad de corregir tardíamente errores económicos históricos y de hacer frente a la imposición brutal de la escasez y de la pobreza acabando con un pleno empleo que era subempleo subsidiado y disfrazado- no tienen la menor confianza en los trabajadores y critican a quienes, según ellos, pretenden “alcanzar y mantener la perfección moral que los trabajadores de verdad serían los primeros en deplorar” seguramente porque creen que esos trabajadores son holgazanes y quieren seguir siéndolo.

Esa subestimación de la capacidad de comprensión y de cambio de los explotados y oprimidos en América Latina es lo que, por último, hace que esa clase de “amigos” de Cuba crea que en el ADN de aquéllos sólo cabe “lo nacional y popular”. El comunista Mariátegui, expulsado de la IIIa Internacional por sostener que la revolución indígena, democrática, popular, sólo podría triunfar como revolución socialista y en escala continental era, sin embargo, importador del marxismo y a la vez nacional y popular, en el mejor sentido de estas palabrejas. Si yo estuviera en el lugar de los dirigentes cubanos que, a mi juicio, cometen errores graves por excluir la participación activa de los trabajadores, les diría por consiguiente a estos amigos “ no me defiendas compadre!”