Saludo y crítica al Proyecto Alternativo de Nación de AMLO

SALUDO Y CRÍTICA AL PROYECTO ALTERNATIVO DE NACIÓN
UN PROYECTO POLÍTICO DE IZQUIERDA
El Proyecto Alternativo de Nación fue elaborado con la participación de por una comisión integrada por Arnaldo Córdova, Enrique González Pedrero, Luis Javier Garrido, José María Pérez Gay, Víctor Flores Olea, Lorenzo Meyer, Rogelio Ramírez de la O, Adolfo Hellmund, Juan José Paullada, Octavio Romero Oropeza, Luis Linares Zapata, Ignacio Marván Laborde, Julio Scherer Ibarra, Jaime Cárdenas, Luciano Concheiro, Héctor Díaz-Polanco, Elena Poniatowska, Laura Esquivel, Víctor Manuel Toledo, Cristina Barros, Víctor Suárez, Bolívar Echeverría, Armando Bartra, Jesusa Rodríguez, José Eduardo Beltrán, Agustín Díaz Lastra, Antonio Gershenson, Claudia Sheinbaum Pardo, Asa Cristina Laurell, Raquel Sosa Elízaga, Martha Pérez Bejarano, Bertha Elena Luján Uranga, Eréndira Sandoval y Jesús Ramírez Cueva.
Como puede apreciarse, en este Proyecto cooperaron algunos de los principales intelectuales de izquierda de México -de una izquierda amplia, diversa y plural que incluye nacionalistas, ecologistas, marxistas críticos, liberales, así como artistas y especialistas en áreas determinadas (campo, salud, economía, etc.). Justamente por esa pluralidad, el Proyecto integra diversas miradas sobre el país y da como resultado una propuesta rica y compleja que se presenta como Proyecto Alternativo de Nación.
En efecto, este documento es, ante todo, un Proyecto político. En tanto Proyecto es una conjunción de deseos, de ideales y de plan: el deseo de otro México (no oligárquico y no neoliberal), la reafirmación de viejos ideales emancipadores que se remontan a la revolución francesa (“libertad, igualdad, fraternidad”) y a las luchas históricas de México, así como un plan para diseñar otro país. Como proyecto político es una propuesta dirigida al “pueblo mexicano” para disputar el poder político explícito (Estado) en las próximas elecciones, de manera pacífica y electoral, para desde ahí echar a andar las medidas planteadas.
A diferencia de las miserias de la clase política actual, el Proyecto Alternativo de Nación plantea ideas e ideales, se corre del centro a la izquierda con una propuesta que pretende ser integral, llama a hacer política (aunque ésta se reduzca a lo electoral) con un Programa político. Además, este Programa no busca espacios o acomodos dentro del sistema político dado sino que pretende una “transformación profunda”, desde la política, del país. Por eso resulta discordante con el orden establecido. Por ello mismo se presenta como un Proyecto político Alternativo, esto es: diferente al programa político vigente desde hace más de veinte años, alterno al proyecto neoliberal. Al autodenominarse “alternativo” pretende plantear una disyunción en las próximas elecciones presidenciales: la elección entre el proyecto neoliberal (apoyado por el PRI y el PAN, y todos sus partidos satélites) o el proyecto alternativo.
Ello explica, finalmente, que se  presente como Proyecto Alternativo de Nación: porque este Proyecto no pretende ser únicamente una política económica diferente u otra manera de llevar el Estado, no es un pliego de promesas o compromisos electorales. Se presenta como una propuesta de Nación. Llama al “renacimiento de México” para que por fin cumpla los ideales, traicionados, con los que nació apenas en el siglo XIX: los de “una nación democrática, incluyente y soberana.” Por eso, aunque se presente como pacífico (y en su exposición oral incluso amoroso), el Proyecto Alternativo de Nación lleva dentro de sí el anuncio de un conflicto, de una confrontación, de una futura y dura disputa por la nación.

Precisamente por eso, por ser un proyecto político que propone otra nación a la actual, porque se plantea una “transformación profunda” (no radical, como veremos) y organiza desde abajo a la sociedad para llevarlo a cabo, este documento expresa una política de izquierda: una que se propone cambios profundos, democratizadores, en la sociedad. En ese sentido, representa un desafío para la izquierda socialista pues nos urge a contraponerle nuestro propio proyecto o programa político global y alternativo de mundo y de nación, anti-capitalista y ecosocialista.
 
REVOLUCIÓN DE LAS CONCIENCIAS Y CONCIENCIA REVOLUCIONARIA
El documento tiene una breve introducción y luego expone el Proyecto desarrollando cada uno de los “10 puntos para el renacimiento de México.”
En la introducción se llama a “reconstruir a México” como superación de las diversas crisis que atravesamos (moral, económica, ambiental, política y social) que son el anuncio del fin de una época; se denuncia el papel de la oligarquía (la famosa mafia) que concentra las riquezas y ha secuestrado las instituciones públicas. Concluye con la necesidad de “una transformación profunda del país”, “el renacimiento de México”, para hacer realidad los ideales de “la libertad, la fraternidad, la justicia y la democracia.”
Se convoca entonces a la transformación profunda del país; se llama a una revolución, pero de las conciencias, “desde abajo y a la izquierda”, pacíficamente, en las próximas elecciones.
Ya desde esa breve introducción el Proyecto Alternativo de Nación expresa el momento crítico que atraviesa la sociedad mexicana: el tiempo del “ya no más” de las políticas neoliberales y el de “todavía no” de la ruptura revolucionaria. Como quiere que sea, el proyecto del “Movimiento por la Transformación de México” expresa la necesidad de cambios, de virajes profundos y verdaderos, de transformaciones radicales y revolucionarias.
De hecho, el documento habla de la urgencia de una “revolución de las conciencias”. Ello puede ser aceptable si esa “revolución de las conciencias” (cambio ético y personal) significa promover la emergencia de una “conciencia revolucionaria” que actúe a favor de una necesaria revolución social, política, económica, cultural, es decir: de una revolución permanente que tienda hacia la transformación radical, anticapitalista y socialista, del país (cambio ético y político, personal y social). 
Pero esa “conciencia revolucionaria” debe comprender que la crisis total, civilizatoria, que atravesamos se debe a la dinámica enajenada y enajenante del capitalismo; la “conciencia revolucionaria” entiende entonces que la oligarquía que concentra riquezas y domina políticamente no es una anomalía mexicana sino el producto necesario del desarrollo y del funcionamiento del capitalismo; sabe que la negación de los valores de la “libertad, la fraternidad, la justicia y la democracia” se debe a un mundo social y cultural burgués que es el de la lucha de todos contra todos, el del individualismo fratricida y el del despotismo del Capital.
En ese sentido, la “revolución de las conciencias” exigida en el proyecto del “Movimiento por la Transformación de México” debe ser asumida, desde la izquierda de la izquierda, como exigencia de conciencia revolucionaria que con un programa anti-capitalista, feminista, ecosocialista e internacionalista se disponga a transformar profunda y radicalmente (desde la raíz) a nuestro país y al mundo en una revolución permanente. 
Los “10 puntos para el renacimiento de México” del Proyecto Alternativo de Nación tienen un orden peculiar: se parte del llamado al cambio personal (“promover la revolución de las conciencias y un pensamiento crítico”) que de inmediato se inserta en un marco general (cultural, ecológico, político, histórico) para luego desplegar una serie de propuestas políticas:
-El Estado debe estar al servicio del pueblo y de la nación
-Democratizar el acceso a los medios de comunicación
-Por una ética republicana y el combate a la corrupción
-Crear una nueva economía
-Combatir los monopolios
-Abolir los privilegios fiscales para redistribuir la riqueza con justicia
-El sector energético, palanca del desarrollo nacional
-El campo y la soberanía alimentaria
-Estado de Bienestar y lucha contra la desigualdad
 
CRISIS DEL CAPITALISMO TARDÍO Y MODERNIDAD ALTERNATIVA CON CAPITALISMO NACIONAL
Este programa político se inserta, desde el primer apartado, en un marco histórico definido por el capitalismo tardío y asume un proyecto global de Modernidad alternativa, tendencialmente anticapitalista:
“Nuestro proyecto está inscrito en el contexto planetario. Hoy se vive una crisis de la civilización industrial, del capitalismo tardío, materialista y tecnocrático. El destino de la nación no está aislado de lo que ocurre en el mundo. El reto político del país es también un dilema civilizatorio: o seguir alimentando una modernización que explota, margina y enajena a la ciudadanía, que vuelve al mundo un lugar de mayor degradación, que es una amenaza ecológica, que concentra los capitales y pone a la política al servicio de las élites; o, por el contrario, una modernidad alternativa basada en el equilibrio ecológico, el uso democrático y racional del agua, la energía, la biodiversidad, la tecnología y los conocimientos científicos, el control social del mercado y de los poderes políticos, la democracia participativa y la recuperación de la cultura en tanto riqueza diversa y factor dinámico de nuestra historia. Esto supone reconocer la necesidad de descolonizar el pensamiento. Asumimos como referentes las visiones basadas en el "buen vivir" y las valiosas innovaciones culturales, morales, políticas e ideológicas nutridas en la vida de nuestros pueblos originarios y afroamericanos. En consonancia, la transformación que proponemos representa un cambio democrático del poder político y la reconstrucción del poder social.”
Sin embargo, ese anti-capitalismo al que apunta la Modernidad alternativa es negado por la asunción de la propia idea rectora del Proyecto Alternativo: desarrollar un capitalismo nacional y regulado por el Estado. Tal es la tensión que recorre todo el Proyecto: por un lado, es tendencialmente anti-capitalista y, por el otro, no lo es pues se propone un capitalismo nacional auspiciado y controlado por el Estado.  
Esa tensión se repite en la esfera política: por un lado tiende a rebasar la política liberal de la representación con nuevas formas de democratización y, por el otro, nunca cuestiona la “democracia” en su forma liberal (que sólo encubre un domino oligárquico).
 
LIMITACIONES EN LA POLÍTICA Y LA ECONOMÍA DEL NUEVO PROYECTO ALTERNATIVO DE NACIÓN
Aunque, como decíamos, el Proyecto Alternativo de Nación es una propuesta política rica y diversa, en realidad tiene dos ejes básicos: la política (prácticamente reducida a la esfera del Estado) y la economía (abiertamente regulada por el Estado, por la política). Pero es justamente la propuesta de una nueva relación entre el poder político y el poder económico lo que muestra las inconsecuencias y debilidades de fondo de este programa político.
En lo político, el Proyecto manifiesta la tendencia democratizadora del mundo moderno: contra el Estado enajenado, defiende la soberanía popular, el respeto a la Constitución, un verdadero federalismo; tiene una política de valores ciudadanos, de derechos civiles y sociales, de cultura democratizadora, de ética republicana austera y combate a la corrupción; contra el neoliberalismo, reivindica al Estado social y al Estado benefactor, al Estado de Derecho y al Estado defensor de lo público contra las tendencias privatizadoras y mercantilizadoras; propone la elección de jueces y todas las nuevas formas de democracia participativa (referéndum, plebiscito, revocación, iniciativa popular, presupuesto participativo, acción ciudadana de inconstitucionalidad, audiencia pública, cabildo, consulta popular). El “Movimiento por la Transformación de México” encabezado por AMLO parte de la crítica a los dogmas absurdos del neoliberalismo (que identifica con políticas de saqueo y corrupción, con el abandono de la rectoría del Estado) y a un régimen oligárquico que ha secuestrado las instituciones públicas. Sin embargo, pese a que se denuncia que hay “una mafia que se adueñó de México” (económica y políticamente), ninguna de las propuestas que se hacen en la esfera política atentan contra su poder económico. Cuando mucho, se propone abrir los medios de comunicación de masas a la pluralidad social y, en lo económico, combatir los monopolios y “abolir los privilegios fiscales” para una redistribución de la riqueza social.
En lo económico, el Proyecto replantea las políticas del “nacionalismo revolucionario”, esto es: las de un desarrollo capitalista nacional con un régimen bonapartista y populista sostenido por un Estado fuerte y más activo, que promueva el desarrollo y fortalezca la economía nacional, “que apoye a las empresas y productores nacionales”; un Estado benefactor con inversión pública en infraestructura y una recaudación fiscal para redistribuir la riqueza, capaz de aprovechar la globalización (y se pone como ejemplo, entre otros, a ¡China!, a un país regido por un despotismo burocrático y un productivismo que devasta sin traba alguna a los trabajadores y a la naturaleza en aras del “Desarrollo económico”).
Contra el neoliberalismo, se proyecta un mercado con regulación del Estado, una economía sin monopolios, sustentable ecológicamente y con consumo responsable, con “mecanismos para un crecimiento incluyente, cuyos frutos se distribuyan de forma equitativa entre la población, logrando una mejoría creciente y permanente en el bienestar de los mexicanos”. Se propone una nueva economía que genere “mayor equidad, competencia y competitividad”.
Es claro, empero, que sin combatir la acelerada dinámica capitalista, nacional e internacional, que explota al trabajo y devasta a la naturaleza para privatizar las ganancias, no es posible plantearse seriamente terminar con la desigualdad, distribuir con justicia social la riqueza, cuidar a la naturaleza, universalizar y volver gratuitos los servicios públicos, etc. En cualquier sociedad en la que funciona la racionalidad capitalista la competencia comercial acaba con la equidad, el crecimiento económico privatiza las riquezas y excluye a las mayorías, generando poderes fácticos que vulneran la soberanía popular y nacional.
Una conciencia revolucionaria debe comprender que el capitalismo subsiste explotando y enajenando a los seres humanos, devastando a la naturaleza, creando desigualdad social, promoviendo el productivismo y el consumismo ilimitados, así como la formación de los monopolios y el entrelazamiento entre el poder económico y el poder político.
Como se puede apreciar, el Proyecto Alternativo de Nación avanza hacia una insuficiente “revolución de la conciencia” que no alcanza la necesaria “conciencia revolucionaria” pues plantea un programa político de “transformación profunda” que en lo político no trastoca el poder oligárquico (que entrelaza el poder económico con el poder político e ideológico) y que en lo económico se propone imposibles: un capitalismo nacional equitativo e incluyente, no monopólico y redistributivo, sustentable ecológicamente, etc.
Colocado en el marco del capitalismo tardío, el Proyecto Alternativo de Nación naufraga como programa político viable porque pretende navegar entre la justicia social y el desarrollo de un capitalismo nacional, entre el desarrollo sustentable y la dinámica capitalista, entre la democracia radical y un intocado poder oligárquico liberal.
Desde la izquierda socialista y una conciencia revolucionaria se plantea la necesidad de una transformación no sólo profunda sino radical, que ataque la raíz de la crisis civilizatoria actual: la dinámica excluyente, monopólica, imperialista, explotadora y devastadora del capitalismo tardío y senil.
Solo con una política anti-capitalista y ecosocialista será posible vincular justicia y economía social, redistribución de la riqueza y democracia, cuidar la naturaleza y limitar al productivismo, etc.
 
PROYECTO ALTERNATIVO AL NEOLIBERALISMO, PERO NO AL CAPITALISMO
Como quiera que sea, el Proyecto Alternativo de Nación es el proyecto político más avanzado del “nacionalismo revolucionario” mexicano de nuestros días; lo es porque incorpora un marco histórico crítico a la Modernidad capitalista, porque retoma, contra el caudillismo vertical de los populismos del pasado, las tendencias más avanzadas hacia la democratización y la pluralidad dentro de los marcos de la “representación” política liberal, porque inserta la cuestión ecológica en su proyecto de modernidad alternativa, etc.
Sin duda, el programa político que expresa es tendencialmente anti-capitalista pero no llega a serlo porque finalmente apuesta por un capitalismo nacional regulado por el Estado dentro de los marcos de pseudo-democracia representativa liberal. Ello es lo que determina todas las tensiones, contradicciones, imposibilidades y límites del Proyecto alternativo de Nación.
Aunque es, en verdad, un Proyecto Alternativo de Nación no es un Proyecto Alternativo global al capitalismo; es alternativo al neoliberalismo, pero no al sistema capitalista, con sus dinámicas y tendencias. Es un proyecto que, en el fondo, pretende ligar lo que se repele: la  justicia social con el desarrollo del capitalismo, el desarrollo nacional y la globalización imperialista, el productivismo capitalista y la economía sustentable, el poder de la mafia oligárquica y la democracia.
El Proyecto Alternativo de Nación no es, y no tendría por qué serlo, un proyecto de la izquierda anticapitalista, feminista, ecosocialista, democratizadora, aunque gran parte de sus propuestas tienden hacia ella. Tampoco puede tomarse como una especie de “Programa de transición” porque no apunta “contra y más allá del Capital”, dejando de lado tareas propiamente anti-capitalistas (expropiaciones, control obrero, democracia consejista, etc.), aunque enfatiza, con razón, la importancia de “hacer política”, disputar el poder y reivindicar lo público como anuncio de un futuro y una humanidad “más allá del Capital” (como insistía Daniel Bensaïd).
De manera significativa, el Proyecto Alternativo de Nación guarda silencio sobre la cuestión del capitalismo y de la explotación/enajenación: nunca se propone terminar con la sustracción y privatización del excedente económico ni se formula avanzar (retomando el humanismo de  Marx) hacia el despliegue de las potencialidades humanas de las mayorías excluidas. No se compromete a restituir el poder adquisitivo de los salarios, a terminar con la sobreexplotación y el trabajo precario, a reconocer la interlocución de los sindicatos. No hay referencia alguna al imperialismo y sus políticas de saqueo y despojo. No plantea terminar con la Deuda Externa ni con el TLC (cuando mucho, propone una ambigua revisión). Su silencio sobre el capitalismo significa dejar de lado la relación de éste con el recrudecimiento de otras formas de opresión (patriarcalismo, esclavitud, exclusión social, etc.), más agravadas que nunca.
Es verdad que plantea las demandas democratizadoras, pero hasta los límites que impone la representación política liberal, preservando de esta manera las ilusiones y mistificaciones de la igualdad formal de los ciudadanos. Su única referencia a las políticas feministas es en relación con la mujer campesina, pese a la feroz ofensiva de la derecha contra los derechos de las mujeres y la escandalosa oleada de violencia contra ellas que sacude en nuestros días a México.
Nada se dice de expropiaciones a la oligarquía, de la autogestión de los trabajadores, del poder colectivo democrático, de la necesaria expulsión del Capital del campo, de una Asamblea Constituyente, etc.
Después de leer críticamente el Proyecto Alternativo de Nación del “Movimiento por la Transformación de México” que se plantea para la próxima confrontación en 2012, es imposible dejar de plantearse algunas interrogantes:
-¿En verdad se cree posible una Modernidad alternativa a la actual preservando al capitalismo? ¿No acaso la lógica de tal Modernidad alternativa conduce necesariamente al anti-capitalismo y a un proyecto global alternativo al sistema capitalista (que nosotros llamamos ecosocialismo)?
-¿Se piensa realmente que es posible regresar del neoliberalismo a un populismo renovado? ¿Se podrá pasar pacíficamente de un régimen oligárquico, abiertamente pro-empresarial, de regreso a uno bonapartista y populista?
-¿El Proyecto Alternativo de Nación pretende ser una variante de la infausta “tercera vía” que se propone neoliberalismo con un poco de Estado social? ¿Existe en México una burguesía nacionalista que apoye al Proyecto Alternativo? ¿El imperialismo y la oligarquía permitirán concesiones, reformas sociales, Estado social y benefactor?
Lo cierto es que, visto con “ojos desengañados”, tal proyecto de nación sólo es posible luchando contra el capitalismo. Sin ir quebrando la Dictadura del Capital ni romper con la dinámica capitalista, sin “mandar al diablo” las instituciones políticas secuestradas por la oligarquía y la clase política a su servicio, resulta un proyecto inviable pues deja intacto el núcleo del poder y sólo abriría, en el mejor de los casos, un espacio/tiempo de disputa del poder real y efectivo para una verdadera transformación radical.
 
POLÍTICA DE IZQUIERDA Y ANTI-NEOLIBERALISMO
Para una izquierda socialista las cuestiones centrales que se abren son las siguientes:
 ¿Es posible romper con el neoliberalismo, avanzar hacia una Modernidad alternativa, regresar a formas de revaloración de lo público (de la esfera pública, de los bienes y servicios públicos), instituir un nuevo Estado social, etc.,  sin el concurso del conjunto de los movimientos sociales que hoy luchan dispersos contra las diversas caras del Capital?
¿Un movimiento ciudadano, limitado al proceso electoral próximo, tendrá la energía social y política suficiente para disputar el poder político electoral e imponer su proyecto? ¿No es necesario insistir en la urgencia de vincular políticamente los movimientos sociales diversos y en resistencia, pero reacios al compromiso político,  con un movimiento ciudadano que reduce la política a lo electoral?
¿No es necesaria la reorganización de los explotados y excluidos que hoy luchan divididos y por sus demandas inmediatas y sectoriales para empezar a instituir un poder colectivo democrático y democratizador que intervenga en la disputa por el poder político para recomenzar las revoluciones sociales pendientes de México?
Desde nuestra perspectiva de la permanencia de la revolución, el Proyecto Alternativo de Nación podría significar la apertura de un proceso político y social, económico y cultural, que, en medio de una feroz confrontación de clases, conduciría al necesario y urgente replanteo del socialismo para el siglo XXI, como está sucediendo con los gobiernos de Chávez, Correa o Evo.
Recordemos que el núcleo de la “revolución permanente” de Trotsky plantea que toda tentativa de impulsar las “tareas burguesas” pendientes de una sociedad capitalista semi-colonial –esto es: la emancipación nacional y la democracia- abre un proceso histórico que sólo puede ser solucionado con una revolución democrática que se vuelve socialista, “convirtiéndose con ello en permanente.” Sin embargo, la lucha por el poder político (Estado) para impulsar desde él tanto medidas democratizadoras como anti-capitalistas es, insiste Trotsky, apenas el inicio de un proceso revolucionario que se llevará a cabo en el terreno nacional e internacional.
Pese a que el Proyecto Alternativo de Nación no es radical y anti-capitalista, lo cierto es que, como programa y como expresión de un amplio movimiento social, sí choca frontalmente con las políticas neoliberales y el régimen oligárquico actual, cuestionando el poder del bloque histórico dominante (a cuyo servicio se encuentran las cúpulas del PRI y del PAN), pues se propone un viraje político profundo (del neoliberalismo al Estado social), un régimen democratizador y la hegemonía de un nuevo bloque dominante (políticos nacionalistas, empresarios nacionales, intelectuales progresistas).
En ese sentido, el propio Proyecto Alternativo de Nación anuncia una fuerte confrontación política (como en el 2006) que difícilmente se solucionará con un nuevo fraude electoral -y no porque la clase política dominante no esté dispuesta a volverlo a cometer- pues con toda seguridad el conjunto de movimientos sociales abrirán cauces para dar una batalla decisiva para evitarlo.

Ante la posibilidad de una confrontación histórica en el 2012, resurge una cuestión central para la izquierda que quiere transformar el mundo: ¿Qué hacer? ¿Por dónde empezar? ¿Cómo hacer política de izquierda?
-Es necesario cuestionar, en efecto, al neoliberalismo pero: ¿la izquierda socialista debe limitarse a políticas anti-neoliberales o mantener posturas anticapitalistas?
-Una izquierda de la izquierda, radical y anti-capitalista,  debe confluir, en su lucha contra las políticas del neoliberalismo, con los anti-neoliberales, pero no para estacionarse en el “momento anti-neoliberal” pues es anti-capitalista. Esta izquierda sabe, además, que muchos de los que ayer se declararon anti-neoliberales, pero rechazaron el anti-capitalismo, hoy gobiernan, como Lula y el PT en Brasil, con el recetario neoliberal en mano.
Para esta izquierda radical se trata de seguir la lógica anti-neoliberal hasta que desemboque, de manera consecuente, en el anti-capitalismo. Esta izquierda debe empujar para que los anti-neoliberales comprendan y sientan la necesidad de Otro Mundo posible, que no sea mercancía y valga más que las ganancias de los capitalistas. A ese Otro Mundo, justo y ecológico, y a ese Otro Tiempo, lento y humano, deseable, posible y necesario, la izquierda radical le llama Ecosocialismo, que requiere una política estratégica anti-capitalista y una toma de partido.
Para impulsar esa política de izquierda es necesario agruparse con las posturas anti-neoliberales, pero a condición de desplegarlas hasta sus últimas consecuencias. Ello, sin duda, llevará a muchos al anti-capitalismo. Y si se sigue la lógica de esta posición, se llegará a una toma de partido y a la necesidad de realizar la apuesta revolucionaria que define a las políticas de la izquierda socialista. Daniel Bensaïd nos brinda orientaciones generales al respecto:
“Una política de ruptura con el despotismo anónimo de los mercados exige hoy día que la lógica del bien común, del servicio público, de la solidaridad se coloquen por encima de la del beneficio a toda costa, del cálculo egoísta y de la competencia de todos contra todos. Eso exige atreverse a incursiones enérgicas en el santuario de la propiedad privada (incluida la propiedad inmobiliaria y financiera, que desempeña un papel clave tanto en las cuestiones ecológicas como en las de la urbanización y del alojamiento) (…) Para ir a la raíz de las cosas, un antiliberalismo radical debe atacar al disco duro del capital, volver el derecho a la existencia (al alojamiento, a la salud, a la educación, al empleo) opuesto al derecho de la propiedad. Debe oponer a la privatización y la mercantilización del mundo una política de solidaridad social, desmercantilización y gratuidad. Por lo tanto, la distinción formal entre antiliberalismo y anti-capitalismo se difumina: es resistiendo a lo irresistible que uno se vuelve en revolucionario sin forzosamente saberlo.”
La izquierda ecosocialista debe ayudar, entonces, a generar una fuerza anti-neoliberal que haga política, que pase por lo electoral y que vaya más allá de ella: pugnando por la hegemonía anti-capitalista y un poder colectivo y democratizador que tienda a la transformación radical del sistema. Se trata de trabajar para que, “resistiendo lo irresistible”, esa fuerza social y política anti-neoliberal “se vuelva revolucionaria sin forzosamente saberlo.”  
Ante esta perspectiva, se confirma nuestro proyecto político como PRT: de que nunca como antes otra izquierda es necesaria y de que existen las condiciones para reorganizar y relanzar a una izquierda socialista. Se ratifica también la urgencia de constituir un amplio poder colectivo de los explotados y oprimidos para dar la lucha electoral y postelectoral que se avecina.
De hecho, lo más importante del Proyecto político alrededor de la figura de AMLO es que detrás de él existe un amplio movimiento cívico nacional, organizado y preparándose para las elecciones del 2012  En él, ha dicho con tino Arnaldo Córdova, “se vislumbra la conformación de otro bloque histórico”. Y luego agrega: “No hay a la vista otra fuerza política, de cualquier signo ideológico que se quiera, que llene las expectativas que requiere un nuevo bloque histórico opuesto abiertamente al que está en el ejercicio del poder.”
-Y en todo bloque histórico emergente, la hegemonía -que depende mucho de ideas y propuestas, de dirección y razón estratégica- es fundamental. Por eso es importante para la izquierda socialista ligarse a la conformación de ese bloque histórico emergente pero sin diluirse, sin perder la identidad política, con propuestas.
Y una de ellas debe advertir de que ningún cambio político emancipador, que puede empezar por ganar una elección presidencial, es posible sin la confluencia de los movimientos sociales, sin la existencia de un Poder colectivo y social, democratizador y tendencialmente anti-capitalista, que se contraponga al poder político establecido, esto es: ningún proyecto político transformador es viable sin hacer política emancipadora y democratizadora con el concurso de los diversos movimientos y organizaciones sociales que, desde abajo, sostienen y empujan el mundo hacia la izquierda, que es el lugar de la justicia, la igualdad, la democracia y también el del cuidado de la naturaleza.
 
HACIA UN PROGRAMA DE TRANSICIÓN
-¿Qué debe la izquierda anti-capitalista y ecosocialista proponer al Proyecto Alternativo de Nación?
-Un proyecto alternativo al capitalismo llevando hasta sus últimas consecuencias las políticas anti-neoliberales que se plasman en el Proyecto Alternativo de Nación. Porque nuestro objetivo estratégico “no consiste en reformar el capitalismo, sino en derribarlo.” Nuestra política es la de impulsar la conquista del poder por parte del conjunto de trabajadores “para realizar la expropiación de la burguesía.”
Ello no significa, por supuesto, que se desprecien las reformas y demandas inmediatas y parciales, como las que se proponen en el Proyecto Alternativo de Nación. Para la izquierda radical se trata de articular las demandas inmediatas, anti-neoliberales y democráticas, que “entren en conflicto con las tendencias destructivas y degradantes del capitalismo decadente” con el objetivo estratégico para avanzar con “un sistema de reivindicaciones transitorias” de manera “cada vez más abierta y resueltamente contra las bases del régimen burgués.” (León Trotsky, Programa de Transición).
En ese sentido, la izquierda anti-capitalista y socialista puede partir del Proyecto Alternativo de Nación para irlo superando constantemente, en el propio proceso político, con un “programa de transición” cuyo objetivo consiste en una movilización sistemática de las masas para recomenzar la revolución política, económica y cultural permanente en nuestro país. Algunas reivindicaciones que tienen tal carácter son, por ejemplo, las siguientes:
ü  Defensa de la Constitución y restitución de la Soberanía Nacional: recuperar el espíritu emancipador de la Constitución de 1917 y su proyecto de una nación con justicia, libertad, igualdad, derechos sociales, soberanía e independencia económica y política. Para una efectiva Soberanía Nacional se requiere:
-La Cancelación de la Deuda Externa, del Tratado del Libre Comercio así como de todos los permisos otorgados por la Comisión Reguladora de la Energía, en materias de Gas, Petróleo y Electricidad;
-El impulso de la Soberanía y seguridad alimentaria;
-La suspensión de todo tipo de tratados militares, públicos y secretos que vulneren la soberanía;
-Contra el simulacro de “democracia”, una amplia reforma democratizadora de la vida pública en la que las posiciones de las mayorías de trabajadores sean las que dirijan el rumbo de la nación;
-La expropiación de empresas privadas, nacionales y transnacionales, que lucren con los recursos naturales y energéticos públicos afectando al bien común (incumpliendo con los derechos laborales, manipulando la información, saqueando, contaminando, devastando los ecosistemas, etc.) así como de los bancos.
ü  Defensa y extensión de los servicios públicos y del bien común:
-Contra la privatización de las jubilaciones y de la salud, la defensa y extensión de los sistemas de solidaridad social (abrogación de las reformas a las leyes del IMSS y del ISSSTE);
-Contra la individualización de las competencias y salarios, la defensa de los contratos colectivos y la extensión de derechos laborales (recuperación salarial, control de precios a productos y servicios de primera necesidad, seguro contra el desempleo, reducción de jornada de trabajo, etc.);
-Contra la privatización de empresas públicas y la mercantilización de sus servicios y del bien social, la defensa irrestricta del servicio público, gratuito y con un sentido social (educación, salud, cultura, información, etc.), extendido a toda la población, abriendo y recuperando radios y canales televisivos públicos y populares, restituyendo íntegramente la soberanía nacional sobre la generación y distribución de la energía (electricidad, petróleo, etc.).
-Contra la Dictadura del Capital que privatiza, mercantiliza y vuelve valor de cambio lucrativo tanto servicios como productos, el rechazo intransigente a las "reformas estructurales" (en seguridad social, electricidad, petróleo, educación y en materia laboral), por ser lesivas al derecho popular del servicio público, gratuito, solidario y social que anuncia otra lógica (¡y Otro mundo posible!) social, la del auténtico de valor de uso humano.
Defensa de Derechos sociales e individuales:
-Contra la sobreexplotación del trabajo y el desempleo estructural que sólo beneficia a los capitalistas, la realización efectiva (y no de palabra) del derecho al trabajo y a una existencia digna, a una recuperación salarial y de derechos laborales, a una escala móvil de salarios y de horas de trabajo. ¡Nuestras vidas valen más que las ganancias de los capitalistas!
-Contra el patriarcalismo reforzado por el capitalismo neoliberal y la ultra-derecha mexicana, defender el derecho de las mujeres a trabajar y a vivir sin sufrir discriminaciones, con salarios y prestaciones justas y equitativas, con la libertad a decidir sobre su cuerpo, sin sufrir violencias de ningún tipo, etc.
-Contra el recorte de derechos sociales y garantías individuales, su defensa y ampliación.
Defensa de la Naturaleza y del Medio Ambiente:
-Contra la Dictadura del Capital que se opone frontalmente al cuidado y preservación de la naturaleza, contra los ciclos acelerados y devastadores del Capital que se oponen a los ciclos prolongados y regeneradores de la Naturaleza, urge establecer medidas de protección al Medio Ambiente con el impulso de las Energías Renovables, la salvaguarda de la Biodiversidad, una amplia reforma al sistema de transporte público que implique la reducción al consumo de gasolinas, así como un Programa de reparación de los daños ambientales y de solución a los afectados ambientales.
-Contra el sistema energético centralizado, anárquico, dispendioso, ineficiente, intensivo en trabajo muerto, basado en fuentes no renovables y orientado hacia la sobreproducción tendencial de mercancías” es necesario destruir y sustituir ese sistema energético con “un sistema descentralizado, planificado, ahorrativo, eficiente, intensivo en el uso de trabajo vivo, basado exclusivamente en fuentes renovables y orientado hacia la producción de valores de cambio duraderos, reciclables y reutilizables.”
-Una verdadera defensa de la humanidad y de la naturaleza requiere darle vuelta al mundo capitalista y terminar con la enajenación que impone el Capital para pasar a controlar la producción democráticamente para que, con igualdad y sin explotación, sirva al desarrollo cualitativo de la humanidad, cuidando y preservando los ecosistemas.
 
Por un Nuevo Congreso Constituyente:
-Contra los políticos neoliberales que constantemente violan y remiendan a su gusto una Constitución que repudian por su carácter social y más allá del liberalismo, demandamos una discusión y una salida democrática con la convocatoria a un nuevo Congreso Constituyente en el que estén representados todos los sectores sociales y de manera particular los trabajadores.
Pero las propuestas presentadas sólo son indicativas y cobrarán sentido si pueden ser discutidas, evaluadas y asumidas por movimientos de masas en un proceso de confrontación política, en una verdadera disputa por la nación como la que se anuncia en el 2012. Este contexto exige trabajar un programa político integral y alterno al Proyecto Alternativo de Nación desde la perspectiva de esta otra izquierda necesaria.
Mientras marchamos al lado del movimiento cívico que apoya al Proyecto Alternativo de Nación, desplegando abiertamente nuestras banderas socialistas, debemos ir discutiendo entre nosotros y con los movimientos sociales en lucha las formas de articular y apoyar un Proyecto de Nación y de Mundo anti-capitalista y ecosocialista, democratizador y feminista, internacionalista, que debe plasmar y concretar nuestro programa político de revolución permanente. Urge, entonces, empezar a trazar un Programa de Transición para los días aciagos y, al mismo tiempo, promisorios que se anuncian en nuestro país. Días de crisis política, es decir: tiempos de peligros y de oportunidades.

ANDRÉS LUND MEDINA
por el Comité Político del PRT